viernes, 15 de junio de 2012

El agujero negro fabricado en Valencia



La última vez que los valencianos saltaron a la palestra en política internacional (los Borja, vive Dios) se armó tal tremolina en Roma que los Obispos se conjuraron para no volver a sufrir nunca más a un español como timonel de la Iglesia católica. La cosa llegó al extremo de que sus huesos, algo inédito para los Papas, permanecieron prácticamente insepultos hasta que la Corona española, allá por el XVIII dispuso lo necesario para que tuvieran un digno acomodo. Algo así va a terminar siendo el resultado final de la historia de hoy. Resulta que lo de Caja Madrid era de juzgado de guardia, pero solo eso: tenía problemas que probablemente hubieran requerido depurar responsabilidades y una enérgica intervención en la línea de liquidar la deuda, recalculando el precio de las viviendas y de las hipotecas, llegando a acuerdos con los ciudadanos pillados, haciendo emerger las pérdidas (en parte debidas a los manoseos en la caja de Esperanza Aguirre) para empezar a recuperar fuelle.

Alejandro VI, segundo Papa Borgia.
Dicen que decía: "...A la chiqueta, lo que fasa falta..."

Se creyó que las entidades valencianas estaban en una situación similar, en especial Bancaja, galopada ex profeso por los populares para sustentar su política de macroinversiones festivas y demás. Al gobierno de Zapatero se le ocurrió la genial idea de juntar a todas las entidades de crédito que habían quedado desperdigadas tras la reconversión de las Cajas de Ahorro en bancos (en una magistral jugada del maltrecho (sic) poder financiero aprovechando que el Pisuerga pasa por Madrid, eliminando de paso la nefasta influencia de los políticos, pero eso es otro tema, aunque nadie habla de lo mucho que se ha perdido ahí) en una bolsa común como fórmula para diluir los problemas. Y quiso entrar como flamante condottiero Rodrigo Rato y he aquí que la nueva Bankia una vez destapado lo que ocultaba Bancaja ha tenido que reconocer expresamente su incapacidad para asumir tanto despropósito y se ha declarado en quiebra obligando al Estado a intervenir. 




Y el Estado ha chapoteado con pavor en el enorme agujero negro fabricado por los valencianos (aunque públicamente Rajoy haya vuelto a decir algo parecido a los famosos “hilillos de chapapote”) y ha pedido socorro a Europa, empeñada en mantener las ficciones a base de talonario en vez de mirar con lupa: Grecia, Irlanda, Portugal y ahora España. Lo malo de todo este sinsentido es que los fondos se acaban y se habla de que objetivamente se está contemplando la tesitura del fin de la moneda única al menos para algunos países con la inminente salida de Grecia. Y España en la cola.



El día que esto acabe (va a ser largo y duro, tal y como los ciudadanos de a pie perciben la desvergüenza del reparto de millones mientras ellos siguen obligados a pagar puntualmente las obligaciones contraídas sin rescates, sin ayuda de nadie y sin empleo en muchos casos, lo que objetivamente los sitúa en la antesala de la insumisión), a los historiadores (creo) se les pondrá en evidencia que por donde pasaron los valencianos no volvíó a crecer la hierba: agostaron la Comunidad Valenciana, hundieron Bancaja, la CAM y el Banco e Valencia y facilitaron así la debacle posterior de Bankia. Y no me extrañaría que este sea el último supuesto de intervención europea. La herencia valenciana va a agotar la capacidad de respuesta de la UE porque se prevé una buena tajada a los cien mil millones de euros, así que lo dicho. Los huesos de los populares valencianos van a quedar insepultos. Y si no al tiempo: a los políticos españoles ya se les mira como apestados en los círculos del poder europeo. 
Si alguien quiere la versión blanda, ahí va: con la multitud de chistes que rondan estos días por los telediarios y los diarios somos la risa de Europa.


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