viernes, 29 de mayo de 2009

Un día de cólera / Arturo Pérez Reverte


Con cierta perspectiva temporal he leído (en el Papyre, por cierto) Un día de cólera de Arturo Pérez Reverte. Se publicó como material destinado a los fastos conmemorativos del bicentenario del dos de mayo de 1808, empresa en la que el propio autor participó con otras aportaciones, como la novela Trafalgar, que aún no he leído pero que sumo a mi lista de pendientes por lo que a continuación diré.
Primera consideración: nunca me ha terminado de enganchar Pérez Reverte. Le leí a gusto Territorio comanche más como documental que como novela, más como relato de acontecimientos concretos que como ejercicio literario. Peor llevé sus artículos de crónica periodística, algunos realmente buenos, otros no tanto. He intentado alguna vez leer otras cosas y las he dejado a medias como La piel del tambor e incluso otras de más éxito como la serie del capitán Alatriste; sin embargo una obra menor La sombra del águila novela corta de ambiente bélico centrada en un episodio de las campañas napoleónicas, me gustó y la leí de un tirón. Algo parecido ha sucedido con esta.
Segunda consideración: por azar o por cálculo es posible establecer ciertos paralelismos entre la obra de
Pérez Reverte y la de Don Benito Pérez Galdós en especial aquellas que abordan el mismo tema; sin embargo las semejanzas son más aparentes que reales por lo que llevo leido hasta ahora. Uno nos cuenta historias desde una perspectiva intelectual próxima en el tiempo: el discreto encanto de la burguesía, tan esforzada y maltratada en su momento, finalmente triunfante gracias a su transformación en una versión casposa y provinciana del liberalismo con que empezó el XIX; el otro en mi opinión provisional incide más en la visión tradicional paneuropea de España y los españoles, y por ende más proletaria: magnífico pueblo, con un par cada vez que se ha metido en bregas, pero con unos gobernantes ineptos.
Con este esquema mental resulta un ejercicio estimulante comparar una versión con otra, y puede que pronto lo haga.
De entrada Pérez Reverte vuelve a levantar una obra a base de hacer un ejercicio de literatura épica en el sentido más básico y por ello más profundo: me ha recordado La Iliada de Homero, por la profusión de nombres, lances y hechos concretos que proporciona un aire innegable de verismo al relato, haciéndonos creer que el autor estaba ahí cuando las cosas sucedieron. Con todo se trata de un recurso literario muy conocido y utilizado, metiendo resultados de la investigación histórica como punto de partida para construir el relato desde dentro (de ahí el interés general de este género literario, aún cuando se pueda adornar de todas las características de un ensayo, como es el caso) y Pérez Reverte lo hace con valentía, a pecho descubierto, sin concesiones a la galería que espera una novela más corriente; por eso lo que algunos lectores comentan como un fallo –la aglomeración de nombres propios– es para mí un acierto, incluyendo la renuncia a entrar a hacer una novela contada a partir de narraciones que se superponen con diversos protagonistas, tan frecuente como forma de extender una obra convirtiendo en ocasiones un buen material en un ladrillo de tropecientas páginas y precios imposibles. Por eso digo que visto el material podría haberlo hecho y le alabo el gusto porque al final “un día de cólera” es más –de nuevo– una crónica que una novela y en ese terreno Pérez Reverte me gusta.
Otro aspecto a destacar es el patriotismo que emana de la primera a la última página, cosa que a algunos críticos no les llegó a parecer bien en su día y a mí me parece ineludible y no me tragaria tan a gusto la visión de un pueblo inculto manejado por las élites; digo que la sublevación de los humildes fué un hecho que sentó precedentes en la historia política europea y trascendió la finalidad inmediata de quienes la favorecieron (Fernando VII) y se me ocurre que en esencia es el mísmo protagonista que resistió el duro asedio de las tropas nacionales en 1936, capital moral del Estado, alma de la resistencia popular a los designios de los golpistas.

jueves, 21 de mayo de 2009

LA CONDUCCIÓN DE AGUAS ENTRE ASPE Y ELCHE: 1785-1789

Es motivo de satisfacción poder publicar el artículo de Gonzalo Martínez Español Felipe Mejías López La conducción de aguas entre Aspe y Elche: 1785-1789. Sienta un precedente que considero importante como es la publicación de artículos de interés local en este blog, que ofrezco a cuantos investigadores locales deseen emplearlo como vía para la difusión de contenidos que de otra forma quedarían vedados a los especialistas. Por otra parte es un trabajo impecable de investigación que a buen seguro proporcionará profundidad histórica a los que estén preocupados por el presente y el futuro de este legado y finalmente por el placer de convertir a Gonzalo en autor digital, al que conozco como compañero de trabajo y amigo. Encargado del Bibliobús (sobre el que volveremos algún día) de la red de BPM de Elche, dedica su tiempo a actividades diversas de interés en torno a Aspe, siguiendo con una de las viejas tradiciones de la profesión: la atracción por la investigación local. Así, entre publicaciones, conferencias y premios, además del que más abajo reproducimos le conozco los siguientes:
  • Las comunicaciones, el transporte y la hospedería en el Aspe del siglo XVIII, ganador de la 4ª edición del premio de Investigación Manuel Cremades en 2006.
  • La influencia de San Pascual en la comarca del Medio Vinalopó, conferencia pronunciada el 7 de mayo de 2008.
  • Aspe Acueductos sobre el rio Tarafa, en Arquitectures tradicionals de l’Aigua a les Valls del Vinalopó. – Petrer, CER Vinalopó, 2007 p. 85-104
  • Una mirada a la comunidad morisca de Aspe en 1593, comunicación presentada al III Congrés d’Estudis del Vinalopó en la Casa de Cultura de Novelda, el 28 de marzo de 2009.
LA CONDUCCIÓN DE AGUAS ENTRE ASPE Y ELCHE: 1785-1789
UNA MANIFESTACIÓN EMBLEMÁTICA DE LA POLÍTICA REFORMISTA ILUSTRADA

Gonzalo Martínez Español
Felipe Mejías López

 


  



 1.- Marco histórico: antecedentes y evolución posterior
           La escasez de aguas ha sido una constante histórica en nuestras tierras, y desde la Edad Media, la regulación y administración de los recursos hídricos ha suscitado innumerables controversias entre Aspe y Elche.

            Tras la Reconquista, el Infante Don Manuel otorgaba mediante el privilegio de 5 de Abril de 1268 la propiedad de las aguas del Vinalopó a los pobladores de la villa de Elche, (Azuar, 1994). Esta donación incluía las aguas nacidas de diversas fuentes, dentro del cauce del río Tarafa, su afluente, en el  término municipal de Aspe. Según el profesor Azuar, los derechos sobre estos espacios hídricos parecen tener su origen en época islámica, dada la cercanía del Aspe musulmán a la antigua “Medina Ily” (Elche), ya que la “Medina Ily” debió ejercer el derecho de uso y explotación de las aguas del Vinalopó sobre los núcleos rurales islámicos de la cuenca del río.
Las aguas de Aspe suponían un  porcentaje muy elevado sobre la totalidad del caudal hídrico que entraba en la Acequia Mayor de Elche, pues así se constata en estimaciones realizadas en diferentes siglos. En un reconocimiento de las fuentes de Aspe producido en el siglo XVIII([1]), se manifestaba:

            “... Que en el pantano entran continuamente doce Ilos de agua, los mismos que vienen para el riego de la Huerta de esta villa y su universidad de Sn Juan, de los quales los diez Ilos son de agua dulce y de buena calidad, un Ilo de las fuentes que estan serca de la rambla o Rio no es tan dulce, ni de buena calidad. Y el Ilo restante, es de unas fuentes que manan en la rambla llamada de Novelda, termino de dicha villa, cuyas aguas son algo salobres, Y habiendo probado todas las referidas aguas juntas a la parte superior del Molino que llaman del Río, apenas se les percibe que sean saladas; y por lo mismo tenemos por cierto, que se pierden y se hacen saladas en su transito desde el Molino al Pantano, asi por ser salitrosos los sitios y terrenos de dicho tránsito y Pantano, como por la detencion que en este se hacen...”

            Un nueva descripción de los manantiales y ramblas de Novelda y Aspe, practica-do en Junio de 1874([2]), repetía los mismos conceptos:

            “... Nos encontramos nuevamente en el punto donde se unen las dos cuencas, en el momento que las de Aspe entran en el nuevo cauce, se le incorporan las que nacen en el parte inferior de la presa del Molino de la Rata, y atravesando toda la Rambla de Poniente a Levante para introducirse en una mina que las lleva a el molino de Zamarra, pasan como hemos visto por encima de las saladas que vienen de Novelda.
            Al correr las de Aspe por una canal por encima de las de Novelda, se calculó que estaban éstas en la proporción de uno a nueve, de manera, que a la vista, una décima parte de las aguas que van al pantano de Elche son saladas, y  nueve decimas son dulces, o poco menos ...”

            El ingeniero Próspero Lafarga([3]), en su estudio realizado en la primera década del siglo XX para acometer las obras de canalización de las aguas de riego, expresa:

            “...Aguas abajo de Monforte recibe el Vinalopó un afluente de importancia por la constancia de sus aguas. Es este el arroyo Tarafa, que después de regar la vega de Aspe. deja sus sobrantes en el citado río.
            Los sobrantes del Tarafa, han sido objeto por nuestra parte de repetidos aforos durante el estiaje, resultando un caudal medio en cuatro años, en la referida estación, de 650 litros por segundo.
            Este dato es de gran importancia, pues los sobrantes citados, al ser almacenados en el Pantano de Elche, constituyen la base principal de los riegos de esta ciudad...”




             La documentación constataba la buena calidad de las aguas del Tarafa, pero éstas se volvían salobres y amargas tras unirse al Vinalopó y después de rebasar  el Molino del Río, situado en el estrecho de la Sierra del Tabayá, pues el Vinalopó en su discurrir hacia el pantano recorría terrenos salitrosos y yesosos, sumándose algunos aportes de manantiales amargos. Esta circunstancia propició la realización de una nueva obra hidráulica, que parte desde Aspe, a la altura del estrecho de la Sierra del Tabayá (Rafa de Pavía o Puente de Hierro), y deriva las aguas del Vinalopó por un canal paralelo al río, que evita el paso de las aguas de riego  por los manantiales amargos y las tierras salobres de la cabecera del Pantano, y es el denominado Canal de Desviación de las Aguas del Pantano, realizado por Próspero Lafarga en 1910.
            El problema de la falta de agua potable fue permanente en Elche. El cronista árabe Mohamed- Al-Idrisi, al describir Elche en el siglo XII expresa:
            “Las aguas del río ... son saladas. Para beber los habitantes tienen necesidad de traer de otros puntos aguas de lluvia, que conservan en aljibes.”(Alejandro Ramos), circunstancia que reitera Al-Himyari en el siglo XIV. Desde época medieval, el Consistorio ilicitano enviaba anualmente operarios a limpiar las fuentes  y el cauce del Tarafa, para que las aguas discurrieran sin obstáculo hacia Elche; estas circunstancias  originaron  numerosas fricciones  entre las dos poblaciones.

            Aspe contaba con numerosos manantiales, y desde Época Moderna las aguas de Aspe gozaban de cierto prestigio, porque imprimían dureza al templar los metales. Así lo relata en 1705 Salvador Perpinyà([4]):

“(Elche) Confina...y de Tremontana con la antigua villa de vuestra excelencia, Aspe, a donde se hazían y fabricavan los famosos y nombrados hierros de lanças y otras armas fuertes por el buen temple de sus aguas cristalinas”
           
            La persistente carencia de agua potable en Elche, se agrava en el siglo XVIII con el aumento de la población y las sequías más prolongadas. El cabildo ilicitano estudia la posibilidad de conducir aguas dulces desde alguna de las fuentes ubicadas en Aspe, y a lo largo de la centuria elabora tres proyectos diferentes.
            El primer estudio se realiza en octubre de 1726([5]), por los maestros arquitectos de Alicante, Juan Bautista Guedea y Josep Terol el menor. En este proyecto se redactan 17 capítulos con las condiciones de arrendamiento de la obra. El proyecto pretende tomar las aguas desde la Fuente de Baladre, que estaba debajo de la hacienda de don Máximo Miralles de Imperial, (actual casa Amadeo o finca Mari-Luz), junto a la unión del río Tarafa con el Vinalopó, conduciéndolas hasta el Molino del Real, próximo al Palacio de Altamira, en Elche, que era de donde se tomaban las aguas para  surtir las fuentes de la villa.
            Los capítulos de arrendamiento de este proyecto exigían construir una caseta en el nacimiento de la fuente, fabricar una pila de piedra para la toma de aguas,  poder agregar el caudal de 2 fuentecillas anexas, edificar puentes, ejecutar la conducción mediante caños de barro, etc.
            En 1726 la fuente de Baladre daba dos tejas de agua, que suponían 12 caños de agua de 1 dedo de grueso. Este esbozo pretendía canalizar las aguas por la margen derecha del río Vinalopó, y debajo del pantano cambiaba a la margen izquierda mediante un puente.

            El segundo proyecto se aborda en 1756. El Ayuntamiento encarga a los maestros arquitectos y de cantería, Pedro Fernández, natural  de Murcia y Diego Thomás, natural de Orihuela, que hicieran un reconocimiento de las fuentes de Uchel, y estudiaran la posibilidad de encauzar sus aguas. En Agosto de 1756([6]) efectuaron la visita, observando que en la cabecera de la Rambla de Uchel, en una zona llana poblada de espesa vegetación, fluían tres manantiales de entre arenas y piedras, que sumaban un caudal de un brazo de grosor. El agua tenía buen gusto, aunque algo suave al paladar, y la canalización era factible, aunque no llegaron a realizar un presupuesto de la obra.
            Este estudio queda paralizado y se retoma a partir de 1776. En ese año, el padre Dn Josep Sarrió([7]), a instancias del Duque de Arcos, reconoce las fuentes de Boriza y Uchel, aconsejando reunir en un caudal los dos manantiales, que distaban entre sí ¼ de legua. La estimación del costo de la obra se hizo por los maestros Joaquin Irles y Gregorio Sánchez en 22.733 libras.
            El padre don Luis de Petrel([8]) inspecciona los mismos parajes en 1777, por encargo del Obispo de Orihuela don Josef Tormo, informando que en Uchel había dos fuentes que producían 19 dedos de agua, y la de Boriza 5 dedos, sumando 24 dedos de caudal, que eran válidos para surtir una fuente de 8 caños, y dejar 4 caños para el consumo del acueducto, con la posibilidad de añadir alguna fuentecilla de corto caudal en Boriza. Luis de Petrel consideraba que el caudal sería perenne y la canalización realizable.
            Para deliberar sobre la cuestión se celebra Junta General en Elche el día 7 de agosto de 1777([9]). La Junta acuerda solicitar permiso al Consejo de Castilla para destinar los caudales anuales sobrantes de Propios y Arbitrios de la villa para la financiación de la cañería, pues la extrema necesidad ante la carencia de aguas dulces estaba obligando a beber, especialmente a los pobres, las aguas salobres y amargas de las acequias, experimentando diversas enfermedades y suscitando clamores y aflicciones.
            Con la persistencia de la sequía, el Obispo Tormo emprende la iniciativa, visitando en estas fechas los manantiales de Boriza y Uchel. Esta solicitud acordada en Junta General, se reforzó con el testimonio  y certificación de personajes notables de la sociedad ilicitana: presbíteros, ex cargos municipales, médicos, etc. Sus declaraciones coinciden y reiteran la necesidad de acometer las obras hidráulicas. Sirva como ejemplo el testimonio dado por el Dr. Dn Josef Lledó, uno de los médicos titulares del Ayuntamiento de Elche, el día 18 de noviembre de 1777:
           
            “Que por tan publico y notorio en esta Villa , y en todos los lugares vecinos sabe y le consta que en este pueblo no ay más aguas que las amargas y salobres que tiene para sus riegos, que es un país seco y esteril en donde se pasan años repetidos sin llover, que en las casas de las personas de conveniencias tienen sus sisternas donde recogen de sus propios terrados en los tiempos de lluvias las aguas dulces para su bevida y mantenimiento y el de sus familias, que en muchísimos años le faltan estas y las mandan traher a cargas de los pueblos inmediatos, cuyos vecinos hacen el comercio de venir a esta a vender agua dulce a precio de seis y mas dineros el cantaro mediano que no puede comprar el pobre por su miseria, y que toda esta gente necesitada quasi todos los años, ha bebido y hace la comida de la Agua Salobre y amarga, con dho motivo de falta de agua dulce, de cuia causa corrompiendose la naturaleza se inficiona en ellos facilme la plaga de agudas enfer-medades de tercianas y quartanas pernisiosas, calenturas malignas, otras continuas e intermitentes, dolores e inflamaciones las mas a los ojos, sambullidos vulgo sarnas, fuegos mordases y otros muchos accidentes que destruyen y arruinan su salud de que han perecido infinitas personas como ha experimentado, observado y visto el testigo en el tiempo de su vida y en particular en el demas de treinta años que exerse su facultad Medica asistiendo a los pobres de dentro y fuera del Ospital como Medico titular en los años que lo es, y antes de tener el honor, y distincion de este nombramiento, causandole en todos tiempos la mayor compasion ver un perjuicio y un daño tan evidente a la salud publica por falta de aguas dulces sin remedio, y ahora que se proporciona , tiene por muy conveniente y acertado el pensamiento de conducirse aguas dulces de los manantiales que propone el referido pedimento a costa del sobrante anual de propios y arbritrios que juzga caudal mas correspondiente para un gasto que cede en beneficio y utilidad tan universal y comun en remedio de las ruinas que padese, y ha padesido hasta ahora la salud publica, con cuya mira le consta el deseo, y aplicacion del Ilmo Señor Obispo de esta Diocesis como tan interesado su celo a que se consiga un bien tan general y hasta el exeso que practicó pasando personalmente al sitio del Nacimiento de las aguas en compañia delos comisarios de villa y demas personas diputadas...

            Siguieron las diligencias, y en Julio de 1778 el Consistorio ilicitano nombró a Miguel Francia, maestro arquitecto vecino de Crevillente, y a Gregorio Sánchez, maestro albañil vecino de Elche, para que efectuaran el presupuesto, traza y delineación del acueducto desde los nacimientos de Boriza y Uchel, tareas que se dilatan hasta 1780, motivado por nuevos reconocimientos ordenados por los Duques de Arcos.
            En Agosto de 1780([10]), los maestros Francia y Sánchez presentan un informe sobre el caudal que afloraba en estos parajes, reseñando que Uchel daba 14 caños de agua, Boriza 3 caños y a estas fuentes se podría añadir el aporte que diera la fuente del Cañaveral. El  flujo de la fuente de Uchel se acopiaba en una balsa para el riego, y según estimación del labrador que la utilizaba, se recogían 8.000 cántaros de agua al año. 
            Dos años después, la persistencia de la sequía había disminuido notablemente los aforos en los manantiales prospectados. El Obispo Tormo expresaba su contrariedad en una carta dirigida al Ayuntamiento de Elche el 4 de junio de 1782([11]), pero aportaba otra posible solución en su extensa misiva:

            “...que en las proyectadas de las fuentes de Uchel, Boriza y Cañaveral no podia tener efecto por la deterioración y grande escasez a que se habían reducido (...) embié dos (sujetos) de toda mi satisfaccion para que reconociesen con el mayor cuidado una por una las referidas fuentes, y me trajesen la noticia mas exacta del estado, (...) resultó ser cierta las referidas noticias de la grande decadencia o disminucion de aguas en dichas fuentes, pues la de Uchel (...), tenía entonces cantidad de agua corriente por catorce cañutos de cañas gordas que se hicieron, (...) estaba reducida a tres o cuatro, la de Cañaveral a dos o tres, y la de Boriza casi seca del todo (...) atribuyendose tan extraordinaria escasez a la falta de lluvias en mas de año y medio ...
            No puedo manifestar a Vds, bastantemente el disgusto que me resulto de tan inesperado lance (...) quando llegó un sujeto de toda satisfaccion, y me dijo, que no habia porque agoviarse, porque en la misma villa, o su Común tenía aguas en suficiente copia, y mucho mejores que las referidas (...) constandole a el por sus propios, que en el Barranco de Aspe (Tarafa), a distancia de un cuarto de legua de esta villa, havia fuentes de aguas dulces en bastante cantidad, y mucho mejores sin comparacion que las otras en calidad (...), y sin perdida de tiempo dispuse que dos sujetos de toda mi confianza pasasen el dia inmediato a reconocerlas con el mayor cuidado y exactitud, previniendoles me avisasen a Caudete o Ayora, a donde pasava con motivo de una Santa Visita (...) me avisaron con singular gusto ser cierto quanto se me habia asegurado por el citado sugeto, como yo mismo podría ver a mi vuelta por mis propios ojos (...) pues a mi regreso habiendo llamado a Miguel Francia maestro arquitecto (...) y de Josep Gonzalvez tambien maestro arquitecto, y (...) me constituí en el lugar mismo de la fuente principal llamada de Barrenas en dicho Barranco de Aspe, y vi con indecible complacencia lo cristalino y abundante de ell, y probandolo en un vaso que se llevaba a este fin, encontré ser del gusto más especial, y lo mismo dixeron todos los demas que hicieron la propia diligencia, y luego reconocieron  la otra fuente, que está un poco más arriba (...) y hallaron ser de la propia calidad, y su caudal como el de la mitad de la otra...”
           
            En respuesta a la carta enviada por el Obispo Tormo, el Consistorio ilicitano acordó el  7 de Junio enviar una comisión de peritos a Aspe para efectuar un minucioso reconocimiento de los manantiales que citaba el prelado, cuya comisión informó en el cabildo de 23 de agosto siguiente([12]) de las numerosas fuentes observadas en su exploración:

“(...) Primeramente se encuentran tres fuentes, que son las primeras que existen a la parte superior, y una de ellas se llama la de Barrenas, cuyas tres fuentes producen tres texas de agua dulce, unas con otras, esto es, una teja cada una de ellas, con poca diferencia, cuya aguas es de muy buena calidad, y mejor que la de las fuentes de los vecinos de Aspe, que está tan alabada por estas tierras.
            Y puede unirse con facilidad a un conducto por estar a corta distancia y traerse a esta villa, siendo muy suficiente para surtir las seis fuentes que hay en la misma y aún añadir alguna otra en el sitio que pareciere más acomodado de esta poblacion.
            Asimismo a distancia de unos doscientos pasos se enquentra otra fuente que existe a la orilla del camino que va desde Monforte a Aspe, la qual fluye como un  Ilo de agua de los que regularmente discurren por los partidores de esta Villa, cuya agua es tambien dulce y de muy buena calidad, que la quarta parte, sería bastante a surtir las mencionadas fuentes de esta Villa, añadiendo otras segun va expresado.
            Asimismo a la distancia como de media legua se encuentras tres fuentes que la una de ellas fluye al arrimo de la Acienda de Dn Pedro Miralles, y se llama la fuente de la texa, otra que se haya a unos veinticinco pasos de la qual antecede, otra a la distancia de trescientos pasos y se llama la Fuente de Baladre, cuyas tres fuentes producen unas con otras, tres texas de agua, que es al respecto de una texa cada una, cuya agua es dulce y de muy buena calidad y crehemos ser bastante para surtir este pueblo, como las tres fuentes primeras (...). Que aunque seguidamente se hallan otras muchas fuentes de agua dulce, y de buena calidad, no contemplamos que de ellas pueda venir la agua a esta villa, asi por hallarse en paraje menos acomodado para su conduccion, como es poca la que fluye cada una de ellas y seria necesario recoger la de muchas fuentes (...)”

            Las autoridades consideraron  que el manantial de Barrenas era el más idóneo y rápidamente comenzaron los estudios para delinear la conducción. A pedimento del Obispo Tormo, los arquitectos Miguel Francia y Josep Gonzálvez de Coniedo visitaron Lorca y Totana para estudiar sus acueductos, y comenzaron el reconocimiento, nivelación y medición de los terrenos, presentando su proyecto el 22 de Octubre de 1783([13]).
            La canalización necesitaba permiso del Real Consejo de Castilla, que aprobó el expediente el 5 de febrero de 1784, permitiendo la realización de las obras. Para la dirección administrativa de las mismas se nombró una Junta de Aguas, compuesta por el Obispo de Orihuela Dn Joseph Tormo como presidente, el Alcalde Mayor de Elche, un Regidor, un Diputado del Común, un Síndico Personero y dos Hacendados.
            El cabildo ilicitano compró el 16 de marzo de 1785 el manantial de Barrenas a Cayetano Castelló de Cremades, dueño de las tres ochavas de tierra con dos minas que ocupaba el nacimiento, situado  en el paraje del Aljau, al arrimo del río Tarafa, por la cantidad de 22 libras y 10 sueldos([14]). El Consistorio también adquirió a los diferentes propietarios los terrenos por donde debía transitar la conducción.
            Las obras comenzaron el 28 de marzo de 1785, llegando las aguas al paraje del “Molino Nuevo” a las ocho de la tarde del día 27 de junio de 1789, recibiéndola unas 50 personas en una fuente provisional construida al efecto. El día 29 de junio se celebró la recepción oficial del agua con una gran fiesta, decorándose y engalanándose el lugar, con la asistencia de caballeros, autoridades, el Sr. Obispo y más de 12.000 personas y 300 carruajes, que con enorme alegría recibieron el agua. Finalmente se estimó  el coste total de las obras en algo más de 906.000 reales de vellón.
            El agua dulce llegó a la ciudad de Elche el 29 de septiembre de 1789, a una fuente provisional que derramaba 20 caños de agua, instalada en la Plaza del convento de la Merced, en presencia del prelado y autoridades. La conducción surtía a la población de 14.500 cargas diarias de agua dulce, estimando que realmente se necesitaba unas 6.000 cargas de agua diaria para los 20.000 ilicitanos que en estas fechas moraban en Elche. La obra fue financiada por varios conductos:
            - El producto anual de saladares de varios años.
            - El arca de propios del ayuntamiento.
            - Donaciones del Obispo Tormo
            - Donaciones del Conde de Altamira
            - Las aportaciones de algunas personas distinguidas
            Las cantidades que faltaron las anticipó el Obispo en calidad de reintegro, para poder acabar con la mayor brevedad los trabajos. El Obispo Tormo fue el gran impulsor de la obra y la persona que asumió la responsabilidad de terminar la conducción. Los trabajos de la canalización permitieron ganarse el sustento a muchos artesanos y pobres jornaleros, muy necesitados tras la esterilidad impuesta a los campos por varios años de sequía.
            Una vez concluida la construcción de la cañería, Gonzálvez de Coniedo elaboró un proyecto en Julio de 1790 para efectuar el trazado urbano de la misma. Se construyeron varias fuentes (Plaza Mayor, Universidad de San Juan, Barrio de Santa Teresa y calle Mollá) además de lavaderos y abrevaderos, ya que la mala calidad del agua salada no servía muchas veces para abrevar el ganado, ni lavar la ropa. El presupuesto de la obra ascendía a 175.935 reales.

            La cañería tempranamente manifestó algunos desperfectos. En 1791 el director de Arquitectura de la Academia de Bellas Artes de San Carlos reconoció la conducción, observando que en líneas generales la obra era correcta pero que se había construido con alguna precipitación, y advertía que en algunos puntos faltaba solidez a puentes y cimientos. La canalización padeció constantes reparaciones provocadas por desprendimientos, riadas, hundimientos, filtraciones, etc. El historiador Pedro Ibarra([15]) confeccionó una minuciosa relación de las reparaciones efectuadas durante más de 120 años de servicio, renovándose la gran mayoría del trazado.
Un problemático siglo XIX
             Tras construir los regantes de Aspe la denominada “Rafa Nueva o Rafa de Percebal“ en 1838, reaparecieron los conflictos entre ambos municipios por el disfrute de las aguas del río Tarafa, teniendo que conciliarse varios acuerdos entre las dos villas. Se firma un convenio entre las partes el día 22 de julio de 1838 para delimitar la propiedad de las aguas, en el que se acuerda:
             1º) Los ilicitanos renunciaban a la propiedad de las aguas desde la Rafa Vieja o Rafa del Dordú, hasta el límite superior de la tierras de Cayetano Castelló de Cremades (Barrenas).
            2º) Don Antonio Mira Percebal, en representación de Aspe, renunció para siempre en favor del común de regantes de Elche de toda pretensión sobre el aprovechamiento de las aguas que nacen en el Tarafa, desde las tierras de Cayetano Castelló (Barrenas), hasta que salieran del término de Aspe y entrasen a Elche, pudiendo hacer la limpieza del cauce hasta este punto.

            El día 8 de Abril de 1840([16]) una nueva concordia acordó que los vecinos de Aspe podrían construir a la orilla del arroyo todos los molinos que estimasen convenientes, con la obligación de que las aguas que se recogiesen para mover la maquinaria se restituyesen al cauce. En este acuerdo, los comisionados de Elche manifestaron el perjuicio que suponía para la infraestructura del acueducto la plantación de árboles sobre el terreno adquirido para el encauzamiento, y también las excavaciones practicadas indebidamente en algunos puntos inmediatos a la cañería, reclamando los ilicitanos que se reparasen tales abusos y comprometiéndose los aspenses a su resolución.
            La sequía era pertinaz en 1841. Barrenas había disminuido su aforo a 1/10 parte. El jefe político de la provincia acudió a Aspe para mediar un acuerdo entre las partes, ante las urgentes necesidades de agua dulce que tenía Elche. En estas Juntas celebradas en Aspe el 4 y 5 de Julio de 1841([17]), los representantes de los dos municipios discutieron  las condiciones para que se pudiera tomar agua del río Tarafa a la altura de la Rafa de Percebal, y a su vez introducirla en la conducción, abonándose a los aspenses el importe del caudal consumido.
            La perentoria necesidad de agua potable empuja al Concejo ilicitano a buscar nuevas fuentes en Aspe, y en Agosto de 1841 exploran las Fuentes de la Gota y del Atochón para inspeccionar sus caudales. El Ayuntamiento de Elche compra a Juan Romero el 20 de febrero de 1846 la denominada “Fuente de Romero” por 900 reales, junto con un pequeño bancalito en la partida de la Daya. El manantial estaba situado dentro del cauce del río Tarafa, unos 200 metros más arriba del nacimiento de Barrenas, anexo a la Rafa de Percebal, y su caudal se añadiría al aforo de Barrenas.
            Las dos villas volvieron a signar un nuevo convenio el 27 de julio de 1847([18]), tras extensas discusiones entre los regantes de la acequia nueva de la Huerta Mayor y los comisionados ilicitanos, acordando lo siguiente:
            1.- Los regantes de la Acequia Nueva de Aspe podrán reconstruir la Rafa, para recoger las aguas de dicha acequia.
            2.- En el caso de que la fuente llamada del “Norte”, situada unos metros más arriba de la Rafa de Percebal, se secase o viniese a menos, los regantes de Aspe se obligaban a suministrar a la Villa de Elche, la misma cantidad de agua que manaba de dicha fuente del Norte en esos momentos, tomándola de la Rafa o de la acequia de riegos.
            3.- Si la sequía hiciese desaparecer la Fuente de Romero, habría que buscar remedio con otros aportes.
      El objetivo de este compromiso era que no faltara agua potable a Elche, motivado por las obras de reconstrucción que se estaban haciendo en la Rafa Nueva o de Percebal. Se acordó que dos peritos midieran el caudal de la fuente del Norte y de Romero. La medición del manantial de Romero, verificó que fluía en agosto de 1.847, un palmo cúbico valenciano por minuto. Un nuevo cálculo del aforo de Romero hecho en 1878([19]), tras una nueva fricción entre los municipios, constataba una caudal de 5 litros/segundo.

            De entre las numerosas reparaciones de la cañería, uno de los proyectos llevados a cabo fue el que se realizó en 1862, donde se  contemplaba renovar un numeroso tramo de la conducción. Se presupuestó en 700.861 reales, efectuándose algunas obras ya que el trazado manifestaba roturas y fugas.
            En 1867 se evidenciaba el mal estado de la conducción cuando atravesaba la huerta de Aspe, pues no había relación entre el agua que fluía de las fuentes y la que llegaba a Elche. Los nacimientos aportaban suficiente caudal para satisfacer desahoga-damente al vecindario ilicitano, por  lo que, se estudió reunir los diferentes manantiales en un punto para que fluyeran 12 litros/segundo, lo que posibilitaría que cada vecino disfrutara de 56 litros/día.
            La incidencia de la sequía en los años 1872-73 hizo que los ilicitanos volvieran a comprar agua a Aspe para surtir la conducción, ante el insuficiente volumen que aportaban los manaderos.
            Aparece una nueva disputa ante los tribunales en 1877. Los regantes de la Acequia Nueva de Aspe habían abierto dos pozos y una zanja al pie de la Rafa de Percebal, e instalaron una noria para elevar las aguas a la acequia de riego. La Junta de Aguas de Elche denunció ante los tribunales que había sido desposeída y solicitaba se le reintegrase la posesión de las aguas desde la Rafa de Percebal hasta Barrenas. El fallo de la sentencia prohibió a los de Aspe coger aguas desde ese punto y otorgó la propiedad de las aguas a Elche desde la Rafa Nueva a Barrenas, aduciendo que aunque los de Aspe por la concordia de 1838 eran propietarios de las aguas hasta Barrenas, nunca pudieron utilizar las aguas porque no lo permitían las condiciones del terreno, al quedar por debajo del nivel de la acequia, y los ilicitanos las estaban aprovechando más de 30 años. La sentencia fue ratificada en Valencia tras apelación de Aspe.
            La conducción carecía de un lugar donde pudieran recogerse las aguas, y en 1887 se construye un depósito junto al ¨Molí Nou” para poder almacenarlas por un período de dos días, ya que cuando se producía una rotura del canal, se quedaba la ciudad sin suministro o tenían que introducir aguas salobres de las acequias.
            Se estudió en 1894 un nuevo proyecto de reparación de la canalización, mediante tubería de hierro, y ante la imposibilidad de efectuarlo, se reparó en 1896 con tubos de barro barnizado que construía Diego Román([20]), vecino de Agost. El fabricante se obligaba a colocar los tubos a pie de obra o en el punto más inmediato. Se comprometía a fabricar todos los que fueren necesarios, siendo la medida del tubo 25 cm. de diámetro x 33 cm. de largo, (3 tubos = 1 metro) y  2 cm. de espesor. También ofrecía suministrar tubos de 22 cm. y 20 cm. de diámetro.
            En 1910 se acomete un nuevo proyecto de reparación y desvío de la cañería desde el depósito hasta la ciudad, nombrando el Ayuntamiento ilicitano a don Marceliano Coquillat, arquitecto municipal de Barcelona, para que supervisara e informara sobre el proyecto y condiciones técnicas de la obra, dando éste su impresión favorable al proyecto, y manifestando que Barrenas y Romero producían suficiente cantidad y calidad de aguas.
            En el mismo año se efectuaron obras de protección([21]) en Romero y Barrenas para preservar los manantiales de las eventuales riadas que se producían en el Tarafa. En Romero se fabricó una estructura de muros que a la vez que permitiera el paso del agua potable, desviara las aguas de avenida. En Barrenas se ocasionaban desprendimientos, y la obra contemplaba hacer un revestido de muros y bóveda en ladrillo para consolidar la mina. El importe de la obra ascendió a 7.887 pesetas y 46 céntimos.
             En su incesante búsqueda de agua potable, el Ayuntamiento de Elche construye un nuevo conducto en 1940 denominado “Proyecto de conducción general para la nueva traída de aguas desde Aspe”([22]). Esta nueva canalización tomaba sus aguas desde la finca del Barranco Rabosero (próximo a la unión entre el Tarafa y el Vinalopó), que  tenía un nacimiento de agua y era propiedad del Ayuntamiento de Elche, y  la encauzó hasta el depósito regulador de la ciudad, todavía en construcción, en la partida de Carrús.
            Las obras consistían en apertura de zanjas, pasos de protección para la tubería, puentes, arquetas, instalación de tuberías, y la construcción de 2.500 metros de canal con capacidad para 150 litros/segundo, con la previsión de que este canal había de servir para el riego en un futuro, pues se pensaba traer de Villena un caudal superior al que necesitaba la ciudad para su abastecimiento. El Ayuntamiento facilitaba las tuberías y piezas especiales. En la construcción se utilizan  materiales modernos: tuberías de fibrocemento, tuberías de hormigón armado centrifugado, juntas elásticas, etc. La obra se efectuó asentando los tubos sobre el pié de una zanja previamente excavada y después soterrada. El período de ejecución de la obra era de 2 meses y medio. El 24 de Mayo de 1940 se realizó la subasta a sobre cerrado, para que el mejor postor realizara las obras de canalización, adjudicándoselas José Antón Adsuar por 149.755 pesetas. La conducción necesitó de un presupuesto adicional y el montante total de las obras realizadas en Mayo de 1941, ascendió a 232.157 pesetas, 7 céntimos.
           La antigua cañería había quedado obsoleta y cuando en el año 1949 llegan a Elche las aguas potables de Villena, utilizando la infraestructura previa creada desde la finca del Rabosero, la conducción de Barrenas queda en desuso y se abandona.
            Esperamos que este estudio ayude a conservar y divulgar la belleza y perfecta integración en el paisaje de los restos de la antigua conducción de aguas. También que nos acerque a conocer una faceta histórica de Aspe, ya desaparecida, como era la abundancia de manantiales, de la que nuestros antepasados se enorgullecían reflejándolo en una coplilla popular que decía:
                                              
                                               Alicante con su muelle
                                               Elche con su palmeral
                                               Aspe con sus fuentes
                                               Murcia con su catedral.
           
 2.- Aspectos histórico-artísticos de la construcción
            Como ya hemos visto, a finales del siglo XVIII el importante crecimiento poblacional ocasionado durante la centuria había acentuado el déficit histórico que Elche venía  padeciendo en el consumo de agua potable, creándose unas necesidades que ya no podían cubrirse con los recursos propios; de ahí la necesidad de traer aguas desde algún punto cercano. Tras la compra del afloramiento de agua dulce de la Fuente de Barrenas en el término de Aspe, se procedió a la costosa canalización de la misma hasta Elche, siendo la obra impulsada  y parcialmente financiada por el Obispo de la Diócesis de Orihuela, José Tormo.
           Aunque los estudios y visuras previos a la ejecución del proyecto habían sido compartidos con el también arquitecto Miguel Francia, fue José Gonzálvez de Coniedo, arquitecto, pintor y escultor aspense (hacia 1735-después 1820)  quién se hizo cargo de la dirección del mismo. El consistorio ilicitano confiaba así un proyecto de tal envergadura a un arquitecto que había demostrado sobradamente su capacidad y formación artística, plasmadas a lo largo de los años en las obras en las que había participado por toda la comarca. Asimismo, no hay que olvidar el más que probable peso que debió ejercer sobre esta decisión el hecho de que se tratase de un hombre todavía joven que podía hacer un seguimiento de la obra sobre el terreno -dato nada desdeñable si lo comparamos con la avanzada edad de Miguel Francia-, así como su condición de artista autóctono con un amplio conocimiento de los espacios por donde iba a discurrir la canalización. Estos factores debieron resultar decisivos, por cuanto se trataba de una zona muy accidentada, con numerosos barrancos, arroyos y ramblas con fuertes procesos erosivos que condicionaron notablemente el trazado y el planteamiento de las diferentes infraestructuras, y que todavía en la actualidad vienen afectando muy seriamente la integridad del conjunto.
                En realidad se trata de una construcción perfectamente entroncada con la corriente reformista y de búsqueda del bienestar que la política borbónica venía tratando de aplicar durante la centuria, y que se había acentuado notablemente durante el reinado de Carlos III. Iniciativas similares se habían acometido para garantizar el abastecimiento de aguas potables y de riego en las cercanas Lorca y Totana (a donde se desplazaron Gonzálvez y Francia para examinar y estudiar las características de sus canalizaciones sobre el terreno), pero todavía existen y son objeto de una cada vez más cuidadosa conservación y estudio multitud de obras de similar inspiración enclavadas por toda la geografía española: Canal Imperial de Aragón, Canal de Castilla,  redes de acequias en los valles del Ebro y el alto Segura, canal del Manzanares y acequia del Jarama en Madrid, etc... etc... En todas estas realizaciones dejaron su impronta algunos de los mejores ingenieros y arquitectos españoles del s.XVIII, como Juan de Villanueva, Ventura Rodríguez, el valenciano Vicente Gascó, Betancourt... No se trata por tanto de realizaciones menores, y las últimas tendencias historiográficas inciden en su estudio pormenorizado y en la conservación y reconocimiento por parte de las diferentes administraciones como bienes de interés cultural y patrimonial.
 2.1- Notas para un análisis estilístico y formal de la conducción
            Gracias al detallado proyecto presentado por los arquitectos en octubre de 1783, -refrendado por el Consejo de Castilla en febrero de 1784- podemos seguir en la actualidad paso a paso todo el proceso constructivo e incluso recorrer sobre el propio terreno la casi totalidad de su recorrido([23]). El estudio, que se acompañó de un plano detallado, desarrollaba todos los aspectos relacionados con la canalización, desde la descripción y propiedad de los terrenos y accidentes geográficos que había de atravesar, pasando por los materiales a emplear y la procedencia de los mismos, hasta las diferentes soluciones constructivas que iba a ser necesario aplicar en cada caso.

           El afloramiento de las aguas, situado a apenas 1 km de Aspe sobre la margen izquierda del río Tarafa y bajo la actual carretera de Monforte, hubo de mejorarse mediante la excavación de una mina o túnel central que se ramificó en varias galerías transversales de interesante factura; una de ellas fue consolidada abovedándose completamente con un forramiento de medio punto formado por ladrillos macizos, con apeos de los arcos sobre pilares de piedra y una estimable bóveda de horno situada al final. Los diferentes veneros eran conducidos a la galería principal, donde vertían sus aguas en un canal descubierto para a su vez ser dirigidas mediante un sifón, y ya en el exterior a través del paredón de un azud levantado al efecto, a la caseta de registro existente sobre el cauce del Río Tarafa([24]). El estado de conservación de esta mina todavía resulta aceptable: el agua sigue manando de algunas de las fuentes y las galerías principales son transitables, pero sería deseable una urgente intervención que diera firmeza a la estructura y asegurase la estabilidad del conjunto.

 A partir de aquí, la conducción se alejaba del cauce del río Tarafa, atravesando soterrada huertas y tierras de labor hasta, una vez cruzada la carretera de Alicante, internarse en el paraje de Los Barrancos. Es en esta zona donde pueden apreciarse la mayor parte de los tramos descubiertos y las arquerías más airosas y complejas de toda la canalización.
           En esencia, el acueducto consiste en un doble canal superpuesto: la zona superior, descubierta -aunque protegida en algunos tramos con losas-, a modo de acequia vaciada en sillería arenisca, que descansa sobre otra inferior, oculta en un lecho de mampostería trabada con argamasa en la que se dispone por todo su interior una tubería de barro cocido y vidriado con arcaduces ensamblados. Aunque el proyecto original insistía en la idoneidad de la piedra como el material más apropiado para la conducción de las aguas([25]), en visuras inmediatamente posteriores a la finalización de la obra se constata la existencia de la cañería con arcaduces de barro vidriado "llacados" (en la terminología de la época, unidos, ensamblados, soldados) con estopa untada en aceite y cal para evitar las posibles fugas de agua. Esto, unido a la compleja evolución posterior de la conducción, con numerosísimas reformas y modificaciones hasta bien entrado el siglo XX, hacen muy difícil confirmar con precisión cuál fue la estructura original de la canalización, pero parece ser que se acabó adoptando la solución de la cañería de barro y que los tramos donde actualmente aparecen canales labrados de sillería podrían corresponderse con obras de mejora realizadas en fechas posteriores.  

           Para salvar los fuertes desniveles y las diferentes orientaciones del terreno se hizo necesaria la construcción de sifones y de al menos 15 arcuaciones de hasta dos alturas, algunas de ellas con un porte ciertamente monumental -la mayor de ellas, conocida como "Puente de los Cinco Ojos" sobrepasa los 17 metros de altura y los 46 de longitud-, pero también numerosas alcantarillas sobre pequeños barrancos (un total de 23), garitas de registro con cupulillas de horno y media naranja (14), pilas descubiertas de sillería para decantación de arenas y limos y servicio de pastores y caminantes (6), respiraderos para aliviar presiones excesivas y evitar roturas (194), perforaciones subterráneas (4), etc... Lo más destacable desde el punto de vista histórico-artístico es el alzado de las arquerías levantadas sobre los barrancos de mayor cauce, y la constatación de los complejos trabajos de nivelación y medida que hubieron de llevarse a cabo, elementos ambos que ponen de manifiesto la pericia del autor como proyectista y sus conocimientos de ingeniería hidráulica, adquiridos tanto por la práctica de su profesión como por su formación autodidacta([26]). Quedaría pues pendiente un estudio comparado de las fuentes iconográficas y librescas que Gonzálvez de Coniedo con toda seguridad utilizó como inspiración para el planteamiento y ejecución de esta obra; sin embargo, con el análisis detallado de su biblioteca, que más adelante veremos, pueden adelantarse algunas conclusiones.

            En este sentido avanzamos como más que probable -se encuentra entre los manuales de su biblioteca- el empleo exhaustivo que debió realizar del tercer libro de la obra de Antonio Plo y Camin, El arquitecto práctico, civil, militar y agrimensor (Madrid, 1767), especialmente del tercer capítulo "De las nibelaciones (sic) de las aguas para conducirlas por cauces, o acequias a molinos, y regar tierras". Aparecen aquí numerosos consejos y fórmulas constructivas de orientación eminentemente práctica (problemas  en las nivelaciones; perfección en la obra de los canales; formas de salvar desniveles y accidentes del terreno mediante desmontes, alcantarillas, acueductos y excavación de minas; medición de distancias y alturas sobre el terreno...), en fin, un amplio repertorio de soluciones que Gonzalvéz aplicó casi al pie de la letra en esta obra. Igualmente parece evidente el seguimiento casi literal en todo lo referente a estos temas de las obras de autores como Vitrubio, Fray lorenzo de San Nicolás o Bails([27]).
            Además de su elevado valor como obra de ingeniería, las grandes arquerías de la obra ofrecen una amplia gama de soluciones artísticas a las que Gonzálvez de Coniedo no parece querer renunciar. Casi todas ellas se levantan afianzando el primer nivel sobre diques enviajados con tajamares de sección triangular, y elevando gruesas roscas -algunas de ellas con intradoses de 1 metro- de ladrillo macizo de muy buena factura (como atestigua su buen estado de conservación a la intemperie durante más de 200 años), pero adoptan diferentes tipos de arco para salvar luces diferentes. Se pueden ver así medios puntos de potente intradós (la mayoría), pero también diferentes combinaciones de arcos apuntados -"Puente de los 4 Ojos", con 15.6 metros de altura máxima y 46.8 metros de longitud-; rebajados (en los tramos del Barranco Rabosero -3 arcos para una longitud total de 48.2 metros, con arco central de 4 metros de altura hasta la clave y luz de 11.4 metros-, Barranco de la Coca y Barranco de los Carboneros), así como interesantes soluciones de arcos rampantes o por tranquil, como es el caso del existente aguas abajo de la pared del pantano, cerca del Molino de los Magros. Los espacios de las enjutas entre arco y dintel se suelen rellenar con alternancia de hiladas de ladrillo y piedra del lugar, a veces  formando orlas de graciosa factura y cromatismo. Las arcadas, cuando son dobles, se refuerzan con gruesos estribos en ligero talud a modo de contrafuertes, pero sin restar ligereza al conjunto. Estos pilares suelen mostrar pilastras decorativas en estuco; los arcos, en ocasiones enmarcados por molduras a modo de alfiz, resaltan la clave con leves cartelas trapezoidales; las líneas de impostas aparecen marcadas como capiteles angulares de factura geometrizante... De todo ello se deduce un seguro dominio de la sintaxis clasicista -ya casi omnipresente en aquellos años- que el autor aplica con orgullo a una realización monumental de gran importancia para la época, en cuya factura se deja ver un deseo de perdurar.
           En la actualidad se conserva buena parte de la construcción, pero comienzan a evidenciarse problemas de sustentación en casi todos los tramos levantados de arquerías, mientras que la construcción de nuevos caminos y el abancalamiento de numerosas parcelas lo han afectado en parte de su recorrido. Sin duda, el empleo para el trazado del canal de los materiales del propio terreno ha contribuido a la perfecta integración de la construcción con el entorno, en una bonita y delicada simbiosis que nada tiene que ver con el tremendo impacto visual y ambiental, e incluso sobre la propia estabilidad de la estructura, que podría ocasionarse con el trazado de una moderna infraestructura como es el tren de alta velocidad AVE, posibilidad contemplada hasta hace bien poco por el Ministerio de Fomento. La extraordinaria riqueza histórico-artística de esta obra, todavía por conocer en su plenitud, merecen una protección integral que respete escrupulosamente la sintonía de todos sus elementos. Cualquier intervención ajena a este entorno dañaría irremediablemente el conjunto y abortaría su futuro disfrute como zona de esparcimiento y práctica cultural para la comunidad aspense.

2.2- La figura de José Gonzálvez de Coniedo

           Aunque tradicionalmente se ha venido aceptando la fecha de 1741 propuesta por Marcos Antonio de Orellana como la del año de nacimiento del artista, recientes investigaciones parecen indicar que podría retrotraerse al menos hasta 1735([28]). En cualquier caso parece seguro su nacimiento en Aspe en el seno de una familia acomodada relacionada con el ejército. Desconocemos casi todo lo referente a su formación, aunque debió realizarse en base a los patrones tradicionales existentes entre los artistas pre-academicistas, esto es, como aprendiz de algunos de los maestros canteros y alarifes del entorno y por tanto al margen de los postulados que la naciente Academia de Bellas Artes comenzaba a imponer desde Valencia en todo los ámbitos de su influencia. Aunque ya en su madurez acabaría asumiendo las líneas generales del naciente neoclasicismo, parece lógico pensar en su deuda con la estética tardobarroca entre la que se formó.

           Desconociendo pues buena parte de los primeros años de su vida, resulta de especial importancia conocer la composición de su biblioteca y el peso que ésta pudo tener en su formación y en las características formales de sus obras. Gracias a ella, el artista estuvo en contacto con las más importantes corrientes artísticas del momento([29]). De un total de 57 obras inventariadas, al menos 35 de ellas están relacionadas con su profesión, entre manuales de arquitectura, pintura, escultura y aritmética, siendo el resto de carácter religioso (libros de oración), literario (Cervantes) o político e histórico          (Saavedra Fajardo). Merece destacarse la posesión  de los conocidos tratados clásicos de arquitectura de Vitrubio (ediciones de Ortiz y Castañeda), Serlio, Paladio y Alberti; el tan cosmopolita y paradigmático tratado sobre estructuras barrocas de inspiración dinámica de Andrea Pozzo;  los conocidos manuales de Fray Lorenzo de San Nicolás, Juan de Arfe y el Padre Tosca; las "ordenanzas" de Juan de Torija y Teodoro Ardemans; la monumental y significativa obra de Ponz, Viage de España, defensora intransigente de un clasicismo desornamentado y alejado de todo lo que pudiera recuerdar épocas pasadas; Brizguz y Bru con su "Escuela de Arquitectura Civil", Bails y su "Arquitectura Civil"... La lista se completa con los conocidos libritos de matemáticas aplicadas y geometría de Moya, Puig y Javier García,; con algunas obras sobre fortificaciones y construcciones militares ("Medidas Militares" de Lucelli, "Teoría y práctica de Fortificaciones" de Cristóbal de Rojas), con tratados sobre el curso subterráneo de las aguas... Igualmente importante para el desempeño de su trabajo debió ser la posesión de una completa colección de estampas con más de un centenar de planos y vistas de edificios y diferentes construcciones, valorada en 800 reales. De todo ello parece extraer el variado repertorio de soluciones constructivas y decorativas que podemos ver plasmadas en las obras en las que se conoce participó (iglesias en Yecla, Jumilla, campo de Elche, puerto de Santa Pola, Hondón de las Nieves, Alicante; tabernáculo de la catedral de Orihuela...). Destaca especialmente por la calidad de su trabajo la intervención en el remate de las obras de la Capilla de la Comunión de la Basílica de Santa María de Elche, donde culmina las trazas dadas por Lorenzo Chápuli para la planta ideada por Marcos Evangelio, y la erección de la portada de la misma, ésta plenamente de su mano([30]).

           Su actividad como escultor y decorador, todavía por reconocer, debió ser muy intensa. Según Orellana, hacia 1788 había esculpido más de 15 imágenes de la Virgen de los Dolores, al menos 8 crucifixiones y una talla de San Pedro Alcántara([31]). Joaquín Sáez Vidal aunque con reservas, también le atribuye la autoría de la talla en piedra de los cuatro evangelistas de la Capilla de Comunión de Santa María, en Elche([32]). En su testamento se inventarían losas de moler colores, caballetes, formones, sierras, gubias y escofinas, todo ello relacionado con su actividad escultórica, así como dos Cristos crucificados de pequeño tamaño y una Virgen del Carmen valorada en 300 reales.

           Aunque su obra como pintor está todavía pendiente de catalogación y estudio, existen opiniones contradictorias sobre la calidad de su pincel. Orellana recoge la opinión del Marques de Diezma, quien afirma considerarlo como "un mal Pintor, mediano Escultor y regular arquitecto"([33]). Sin embargo, estudios recientes consideran seriamente la posible atribución a nuestro personaje de al menos dos retratos hasta ahora adjudicados al mismísimo Vicente López, y que desgraciadamente han desaparecido: "La Beata Mariana de Jesús" del convento de la Merced de Elche, pintado hacia 1783, y el retrato del Historiador Arques Jover, ubicado originalmente en la sacristía de la parroquial de Santa María de Cocentaina y del que se conserva una fotografía([34]). De ser esto cierto habría que replantearse seriamente la importancia y calidad como pintor de Gonzálvez de Coniedo. De lo que no cabe duda es de su absoluta dedicación a las artes, también a la pintura, como se deja bien claro en la descripción de los útiles del ya citado inventario([35]) y en los numerosos cuadros que en esta fecha de 1803 posee en su propia casa([36]). En cualquier caso, su actividad pareció centrarse en la realización arquitectónica, con numerosos diseños de puentes y casas de habitación, además de su constante participación como perito en visuras y litigios de carácter constructivo. Especialmente interesante para el tema que nos ocupa resulta la noticia de que la Academia de Bellas Artes de San Carlos le reconoce como arquitecto experto en la realización de obras de ingeniería hidráulica.

           Se trata de una personalidad escasamente estudiada, aunque la magnitud e importancia de algunas de sus obras, como ésta de la que venimos hablando, lo hacen merecedor de un estudio monográfico detallado y pormenorizado que lo acabe de ubicar dentro del panorama artístico valenciano de finales del setecientos, una época de transición, compleja, situada a caballo entre los dictados del tardobarroco y el nuevo y pujante academicismo del Neoclásico.


Agradecimientos

A Juan José Navarro Martínez, por su amabilidad y disposición para facilitarnos la planimetría  de los tramos más representativos del acueducto.

A Francisco Vicedo Santonja, por haber puesto rápidamente a nuestro alcance la documentación sobre el testamento y codicilos de José Gonzálvez de Coniedo.



                                                                   

BIBLIOGRAFÍA


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CANDELA GUILLEN J.M. y  FELIPE MEJÍAS: "Aproximación a la Historia del Arte en Aspe", en Aspe. Medio físico y aspectos humanos. Aspe, Excmo. Ayuntamiento, 1998

CAVANILLES, A. Observaciones sobre la Hª Natural, Geografía, Agricultura, Población y frutos del Reyno de Valencia. 1795-1797

CREMADES, M.: Aspe, Novelda y Monforte. Alicante, 1966

CREMADES, J.M. y FRANCISCO PEDRO SALA: "Las canales. La conducción de agua potable desde Aspe a Elche. s. XVIII", en Revista bienal de Fiestas La Serranica, Aspe, 1994

IBARRA Y RUIZ, P.: Historia de Elche. Alicante, 1895. Edición facsímil, Elche 1982

RAMOS FOLQUÉS, A.: Historia de Elche. Elche, 1987


[1] Archivo Municipal de Elche. Libro de Cabildos nº a/112. También existe una copia manuscrita de Pedro Ibarra, Legajo H/173, documento nº 58.

[2] A.M.E. Legajo nº 259, documento nº 77

[3] LAFARGA, Próspero: Los Riegos de Elche. Alicante, 1910, pag. 6
[4] PERPINYÀ Salvador: Antigüedades y Glorias de la Villa de Elche. Elche, 1910, pag. 47

[5] A.M.E. Legajo 5, documento nº 3
[6] A.M.E. Legajo 6, documento nº 34
[7] A.M.E. Legajo 53, duplicado nº 8

[8] Ibídem
[9] Ibídem

[10] A.M.E. Libro de Cabildos nº a /110
[11] A.M.E. Libro de Cabildos nº a /112

[12] A.M.E. Libro de Cabildos nº a / 112.
[13] A.M.E. Legajo 5, documento nº 2

[14] A.M.E. Legajo 6, documento nº 29
[15] Ibarra Ruiz, Pedro: Aguas dulces de Elche: “De Barrenas a Romero”. Elche, 1926

[16] A.M.E. Legajo 6, documento nº 4
[17] A.M.E. Legajo 6, documento nº 5

[18] A.M.E. Legajo 6, documento nº6
[19] A.M.E. Legajo H/173, documento nº 45
[20] A.M.E. Legajo 6, documento nº 28
[21] A.M.E. Legajo 35, documento nº 9
[22] A.M.E. Legajo  566, documento nº 3

[23] Ibarra, P.: Aguas dulces de Elche... op.cit., pags. 51 a 65

[24] (...) la Piedra que se deve emplear en la Rafa y Casamata (que ambas están unidas) ha de ser de las canteras de las salinetas de Elda, que también dista dos Leguas, pues de la misma cantera está empleada en la Puente y Rio de la dicha Villa de Aspe, y ha provado como corresponde(...), en Ibarra, P. Aguas dulces...op. cit. pag. 54

[25] (...)Piedra de Sillería de las canteras que hay en la Villa de Monovar, que distan dos Leguas del principio de la obra, por ser dicha Piedra de bellísimas circunstancias para el caso, y más estar con bastante conveniencia su arranque, y labra, y tenemos la experiencia de haverse empleado dicha Piedra en varias conducciones de Aguas, como es en las villas de Elda, Sax y el mismo Monóvar(...) Ibarra op. cit, pag. 54

[26] Capítulo aparte merecería el estudio de los planos de las fuentes con sus vasos y más que probables tallas que Gonzálvez de Coniedo proyectó y presentó al Ayuntamiento de Elche para su colocación en los diferentes puntos de la ciudad a donde debían llegar las aguas.

[27] Véase a este respecto la primera parte de la obra de Fray Lorenzo de San Nicolas, Arte y Uso de Arquitectura, editada en Madrid en 1639 (facsímil de Albatros Ediciones, Valencia 1989), especialmente los capítulos 65 a 68 ("Trata del sitio conveniente para las puentes, y de su fábrica"; "Trata de conducir aguas de un lugar a otro, y de sus propiedades"; "Trata de la Fábrica del Nivel, y de su exercicio"; "Trata de la suerte que se han de abrir las minas, y guiar las aguas"). Se constituyó en un verdadero manual de consulta imprescindible para los arquitectos y maestros de obra del siglo XVII; gracias a la vigencia de muchos de sus postulados pudo reeditarse durante la siguiente centuria, manteniendo un lugar preeminente en las bibliotecas de los arquitectos hasta bien entrado el siglo XVIII.

[28] En noviembre de 1795 aparece como testigo presentado por el alcalde de Aspe, Francisco Pascual Belda, para justificar el buen uso de una partida presupuestaria desembolsada por el propio alcalde a nuestro personaje para los gastos del proyecto y ejecución del rotulado con azulejos de las calles de la villa. En este documento, "(...)Dn Josef Gozalvez de Coniedo director de obras y Arquitecto ... ratifica que es de edad de sesenta años poco mas o menos(...)" Archivo Histórico Nacional. Consejos. Leg. 22859, expediente 5: "Expediente abierto por el alcalde de Aspe, Francisco Pascual Belda, sobre el proceso de construcción del puente provisional tras la riada de 1793". Para una visión más amplia del tema, incluyendo la identificación de un plano realizado por el arquitecto, véase el artículo de Mejías López, F.:"Aspe en los archivos Nacionales", en el nº 44 de "La Serranica". Aspe, 2000.

[29] Aparece inventariada en el codicilo de su testamento redactado en 1803. Vid. Vicedo Santonja, F.: "Artistas aspenses: Josef Gonzálvez de Coniedo". En "La Serranica" nº 39. Aspe, 1990.

[30] Vid. Navarro Mallebrera, R.: Los arquitectos del templo de Santa María de Elche. Caja de Ahorros Provincial de Alicante-Diputación Provincial. Alicante, 1980 pags. 93 a 102. También en Varela Botella, S.: "Arquitectura civil. El Neoclasicismo en Alicante, continuidad o renovación" dentro de la obra  colectiva Neoclásico y Academicismo en tierras alicantinas: 1770-1850. Instituto de Estudios Juan Gil-Albert-CAM. Alicante, 1997, pag.98.

[31] Orellana, M.A.: Biografía pictórica valentina, o vida de los pintores, arquitectos, escultores y grabadores valencianos. Edición de Xavier de Salas, Madrid 1930, pags. 463 a 466. El autor, contemporáneo de Gonzálvez Coniedo, reconoce igualmente su gran habilidad como estuquista creador de falsos mármoles y jaspes "(...)pues en la imitación de ellos brilla dicho Profesor, y ha descubierto particular habilidad."

[32] Sáez Vidal, J.: "La escultura: del Academicismo al Neoclásico", en Neoclásico y Academicismo... op. cit., pags.128 y 129.

[33] Orellana, op. cit. Pag. 466.
[34] Hernández Guardiola, L.: "Vicente López y la pintura en tierras alicantinas desde 1770 a 1850", en Neoclásico y academicismo... op. cit. pags. 167, 168 y 174. Respecto al lienzo contestano, se apunta la posibilidad de que la fotografía recoja una copia que Vicente López pudo realizar sobre el original de Gonzálvez, realizado al parecer en 1782.

[35] (...) Estuches matemáticos y papeles de estudio tanto para pintura como para las demas facultades ... Tres estuches de dibujar y trazar, uno grande, otro mediano y otro pequeño ... Una caja de cedro con pinceles de meloncillo, tinta de china, purpura y lapicero de plata, ... varios colores, redomas, barnices, pinceles, brochas, tableros, cartabón, regles, escuadras y falsa regla y otras cosillas que hacen al caso para la facultad(..) "Testamto Mancomunado. Jose Gozalves de Coniedo y Franca Cerdan consortes".Aspe, 6 de julio de 1803. Protocolos notariales de Antonio Hernández Miralles. Archivo Municipal de Novelda

[36] (...) Un quadro grande de Ntra Sra de las Nieves, Un quadro del Nacimiento de Cristo, Otro de Ovalo de Ntra Sra de los Dolores, Dos quadritos de S. Josef, Un quadro de la Concepción, Dos ovalos San Josef y S. Francisco, Dos retratos del obispo y de mi el otorgante (interesante alusión a un autorretrato), doce o mas quadritos pequeños(...) Todo el conjunto se valoraba en 670 reales. "Testamento mancomunado...", loc. cit.



Bueno, pues hasta aquí. 
Añadir, en otro orden de cosas:
El marco general:

La primera información digital que conozco sobre los Acueductos del Obispo Tormo en un blog hoy inactivo: