

Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de la mano... Admiten que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolos naturales, pero sostienen que esa aplicación es casual y que los libros nada significan en sí. Ese dictamen, ya veremos no es del todo falaz
Borges
Según los expertos, ya son necesarias varias vidas para que una persona pueda leer las obras de literatura actual de interés medio que hay vertida en libros electrónicos. Sin embargo lo peor es que tras poco más de un trimestre de cacharreo con el Papyre reconozco que en lo que queda de la mía, contando incluso con los favores de la diosa Fortuna, va a ser difícil alcanzar a leer todo lo que me he propuesto tras renunciar a leer todo lo que puedo atesorar. La lista de los interesantes para mi se va ampliando hasta resultar inmanejable. Antes era mi pila de libros pendientes y no solía tener más de 14 o 15, previamente localizados en las estanterías de mi biblioteca o de la biblioteca en la que trabajo. Ahora, en el espacio que ocupa la memoria interna del papyre, que es donde tengo solo lo que voy a leer, los pendientes se agolpan agrupados según mi torpe criterio, que finalmente y sin querer, coincide con el panorama inventado por el insigne maestro: una serie de celdillas hexagonales conectadas como un panal infinito, donde hay en cada una de ellas multitud de libros que pretenden hablarme cada uno con su tono hasta formar un insistente murmullo...
Recuperado el carácter laico de las bibliotecas, desprovistas de atributos sacramentales ¿Será ahora ese ínfimo panal el definitivo lugar sagrado y litúrgico por el valor de lo que encierra y porque para llegar, para conseguir información útil, hay que ser antes un iniciado en sus misterios, arruinando para ello un tiempo largo y tedioso...?. Como vana represalia pretendo proporcionar un sentido a mis lecturas hasta hoy erráticas, casuales cuando no banales o innecesarias sabiendo que de nuevo estoy irremisiblemente perdido, que ando como ciego en la mayor biblioteca del mundo.
Fotografía copiada de: lakbzuhela.blogspot.com La foto está casi en todos los rincones de la red, pero la elegí de aquí por su empeño.
Un problemilla: conexión USB 1.0
Resulta que para actualizar el sistema operativo del Papyre hay que utilizar una SD de medio giga al menos, limpia y con formato FAT 16. Hasta aquí ningún problema. Pero si se te ocurre utilizar la misma tarjeta del Papyre para hacer la actualización del firmware –el sistema operativo del cacharro– tienes que vaciarla, meter la nueva versión, instalar y cargar de nuevo los contenidos; en definitiva transferir casi dos gigas de información por el USB 1.0. Nada más empezar le metí a la tarjeta una parte importante de mi librería digital y eso hace que la tenga casi llena, o sea un giga de vaciado y otro de reposición. En mi ordenador entre vaciar, instalar y volver a rellenar más de 20 minutos, cuando con un USB 2.0 apenas habrían sido apenas 5.
Bueno, no es un gran problema y tiene fácil solución: utilizar la memoria interna del papyre (medio giga) para alojar las obras que vamos a leer y dejar limpia la tarjeta de 1 GB para las actualizaciones (bastante frecuentes, por cierto: tres de diciembre a marzo. Si añadimos las pruebas con los distintos firmwares que se pueden utilizar, el proceso puede ser más frecuente aún). Con el sistema que digo el ahorro de tiempo puede ser significativo. Basta descargar el firmware, copiarlo a la tarjeta , hacer la instalación y ya.
Hasta la fecha he conseguido un montón de novelas importantes que me quedaban por leer, gracias al “círculo de amistades” surgidas en torno a unas cuantas páginas web de lectura y libros electrónicos. Novedades editoriales, agotados y libros inencontrables aparecen como por arte de ensalmo. Así, la pila de pendientes ha aumentado considerablemente, como nunca antes y eso que aún me quedan. En otras palabras, que lo de andar enganchado por la lectura está renaciendo en mí, gracias al papyre y sus enormes posibilidades.
Paso a narrar lo que ha caido desde diciembre (además de los comentados en el blog):
Conseguí un recopilatorio prácticamente completo de la serie de Lois Mc Master Bujold dedicada a Miles Vorkosigan.
http://es.wikipedia.org/wiki/Serie_Miles_Vorkosigan
Se trata de unas 19 entregas. Había leído con anterioridad tres novelas de la serie y algún relato corto (En Caída libre, Fragmentos de Honor, que hasta la fecha me parece la mejor y que afortunadamente fue la que me introdujo en su universo, y digo afortunadamente porque es la primera en el orden de lectura y la primera que cayó entre mis manos pese a editarse estando casi concluida le edición del resto) y Barrayar. Decidí continuarla con el Papyre. De momento, tras haber devorado, ahora en su orden natural de lectura, tres novelas y algunos relatos he decidido suspenderla por saturación. (Jaja...).Volveré pronto.
Existen básicamente dos opciones de lectura electrónica: la que proporcionan los teléfonos móviles y reproductores con pantalla táctil de una parte y los lectores especializados como el papyre. Ninguno de los dos alcanza lo que podría ser el ideal: reproducir documentos electrónicos respetando todas sus características esenciales: texto, imagen y sonido simultáneamente. Si los móviles de última generación se acercan bastante a ello – de hecho son una conexión portable a Internet con utilidades adicionales- tienen por el contrario un grave handicap, además del precio y es que mantienen los inconvenientes de la lectura en una pantalla de ordenador: la retroiluminación impide disfrutar de ella, hasta resultar empobrecedora en comparación con el libro impreso.
Por el contrario los lectores de libros electrónicos carecen por completo de capacidades multimedia, y apenas existen posibilidades de interrelación con el usuario: formatos, búsquedas aleatorias, anotaciones..., pero cumplen a la perfección con los requisitos de la lectura: Ya he leído 6 ó 7 novelas en periodos prolongados y no me tira especialmente volver a las novelas de papel.
En otras palabras podemos decir que el Papyre es un gadget: es decir una extensión del ordenador, sin capacidad de vida propia o de procesamiento más allá de la necesaria para acceder a los contenidos que almacena.
Como su nombre indica, solo sirve para leer el equivalente a los documentos impresos en formato digital.
La transferencia con el ordenador no es directa, los libros electrónicos necesitan ser preparados previamente para poder acceder a ellos en la pantalla del papyre. El hardware de intermediación es una tarjeta Sd (de hasta 4 Gb) con posibilidad de ser conectada por USB (1.1, por cierto y es una lastima).
No todos los libros digitalizados pueden visualizarse. Existen formatos de documentos imposibles de transferir o transformar, aunque previa transformación puede aceptar los más frecuentes: .doc, .pdf, .txt, .htm...
En general, aunque puede aceptar imágenes, que se verán siempre en monocromo, con 4 tonos de gris (el resultado final no es malo, todo hay que decirlo) requieren un proceso previo de preparación importante, y en cuanto estas se combinan con texto en un documento unitario, aparecen multitud de problemas que impiden o dificultan la transferencia directa.
Mi primera aproximación urgente, sin contar con un programa gratuito que hiciera de golpe la conversión, ha sido ir pasando los documentos en formato .doc a .rtf con los requisitos exigidos, en especial dimensiones y márgenes de la página. El proceso es muy sencillo. Fue suficiente grabar una macro en word o en writer (OpenOffice) con todos los pasos para tener las novelas convertidas y accesibles con un solo golpe de teclado. Así es como he leído las que he comentado antes. El formato rtf admite hasta 6 tipos de letra, o sea que se puede adaptar bien a las exigencias visuales del lector; sin embargo tiene dos inconvenientes serios: el primero es que aún no he podido incrustar imágenes en el texto, porque sistemáticamente las elimina y parece ser que no hay forma. En consecuencia un relato ilustrado o un texto técnico con grabados resulta imposible de leer en rtf. El segundo es la división de guiones resultante al final de cada línea. El programa interno del papyre se carga las más elementales normas ortográficas. La palabra libro puede verse así:
lib-
ro
Con todo, el resultado final es más que aceptable y mejorable, como veremos.
Pues sí, me lo he comprado y ya ando trasteando con él.
Se trata de un lector de libros electrónicos. Mi intención es ir comentando la experiencia, combinando mi aprendizaje como usuario con la perspectiva que me proporciona el saber algo del sector. De hecho puede considerarse lo dicho en los artículos sobre “la lectura electrónica” como un antecedente a los comentarios que van a seguir.
Antes que nada, para mi resulta una compra interesante pese al precio, aunque solo sea porque voy a dar salida a una importante biblioteca digital, recopilada con paciencia desde hace ya varios años, esperando un soporte más o menos viable. Además, decir que con el trasto se acompañan unos 500 libros electrónicos de interés variado. Total, que los libros electrónicos que tengo en el ordenador no me caben en un DVD, y no son precisamente los clásicos o los autores que más abundan. Predomina la ciencia ficción y lo que yo denomino “fantasía culta”: Lord Dunsany, Lovecraft, Tolkien, Jack Vance o George R.R. Martín, junto a un puñado de ensayos y obras de referencia. También comentaré los servicios de referencia y consulta de prensa de Grammata para el Papyre, pues me parecen muy interesantes.
De momento ya puedo decir por ello que sustituye con ventaja al libro de cabecera, entendiendo por tal al libro que se lee en las más diversas situaciones como entretenimiento: en los viajes, en el metro, de vacaciones... Así que yo, que he dejado de leer por obligación libros y que cada vez soporto menos los que no me divierten, lo estoy disfrutando. Ahora mismo estoy leyendo la saga de Miles Vorkosigan de Lois McMaster Bujold, muy difícil de completar en formato impreso y tengo una larga lista de libros raros, dificiles de encontrar, agotados o simplemente no leidos en mi pila de pendientes. También hay que decir que no por ello me voy a convertir en un lector exclusivo de libros electrónicos ya que no siempre encuentro lo que quiero y porque la diferencia entre el momento de su edición en formato libro y el de su traslación a formato electrónico no siempre es rápida, ni siquiera acudiendo al pago por descarga y muchas veces no se produce.
He dicho que sustituye al libro con ventaja y hay que decir por qué: es más ligero y cómodo de usar (se maneja con una sola mano) y se lee perfecto, incluso con menos luz de la necesaria para los libros impresos, y también porque el coste de la mayoría de libros electrónicos es cero. También tiene algunos inconvenientes menores que no he podido solventar: por ejemplo la corrección ortográfica en general deja mucho que desear, así como los problemas derivados de la traslación a formatos propios del artilugio que se manifiestan por una parte en la dificultad para trasladar imágenes a la pantalla y en la división de guiones al final de cada línea que de nuevo se pasa por el forro las reglas ortográficas. En resumen rápido, que luego ya iremos diciendo más cosas, el cacharro me parece interesante para lo que es, aunque como veremos se queda corto en muchas cosas que tarde o temprano van a ser.