miércoles, 8 de febrero de 2012

El estado del Estado y de la Comunidad Valenciana bajo la óptica europea.


Acabo de recibir un mensaje de J. A. Ybarra que me remite un recorte del diario Le Figaro, fechado el 06/02/2012 bajo el titular: España: la crisis se agrava, Europa se inquieta, con el significativo subtítulo A medio plazo un plan de salvamento podría ser necesario para un país en el que las regiones se han sobreendeudado. El artículo viene acompañado de otros dos: Valencia, la ciudad de todos los excesos, al borde de la quiebra, y Los jóvenes españoles, una generación sacrificada, con un escalofriante gráfico.
En él se plantea la inquietante posibilidad, cada vez más real, de un plan de salvamento para la economía española, similar al griego, ante la imposibilidad material del salir de la crisis, por la deuda publica (en especial de las autonomías, entre las que destaca la valenciana), el endeudamiento privado y el paro, especialmente grave entre los jóvenes, lo que diseña un negro panorama. 


Añadiré a ello mi propia versión: No existe una economía productiva suficiente para crear y repartir riqueza, hacer descender el paro y generar ingresos suficientes para que la enorme deuda privada vaya aminorándose y que los bancos cobren los plazos hipotecarios. La gran cantidad de créditos para viviendas en propiedad que recaen sobre los jóvenes que son precisamente los que ahora están en el paro, se transforman en impagados o de dudoso cobro para la Banca, que sigue acumulando ayudas del Estado y de la UE sin bajar la presión a los ciudadanos... un perfecto círculo vicioso que cuenta con el agravante añadido de la drástica reducción del empleo público. Los empresarios, que están en vías de conseguirlo todo gracias a sucesivas reformas laborales que se otorgan como premio a una supuesta reactivación de sus empresas que nunca llega de hecho añaden más recesión a la economía, porque el trabajo en precario, los sueldos cortos, las deficientes condiciones de trabajo, etc., de hecho reducen el margen a los empleados para subsistir y al mismo tiempo pagar impuestos y plazos hipotecarios. Diremos ahora lo que dijo Keynes sobre negro: si no hay dinero suficiente en circulación, baja el consumo y la recesión se instala durante un largo periodo de tiempo. Y tanto el Estado (o si se quiere las Administraciones públicas de ámbito menor que son precisamente las que más han despilfarrado) como la Banca (que siguió los dictados de Goldman Sachs and company cuando sacaron sus productos de ingeniería financiera sabiendo que tarde o temprano acabarían reventando, cuando todo el mundo estuviera cogido “por los huevos”, si se me permite la expresión) están actuando como enormes esponjas que secan el escaso circulante.


La gente ya ha pagado y está pagando lo suficiente; debería permitirse renegociar las condiciones de los créditos hipotecarios y llegar incluso al famoso “punto final” para cancelar la deuda a cambio de la vivienda hipotecada,  aligerar en definitiva la presión sobre las economías domésticas para que poco a poco el consumo vuelva a sus cauces. Los bancos han maquillado sus balances gracias al dinero publico; ya es hora de que contribuyan algo al bienestar general.


En el ámbito de lo publico, la sartén la tienen por el mango quienes vienen proclamando desde hace tiempo el neoliberalismo a ultranza también aquí, donde apenas tenemos un esbozo de “Estado del bienestar”; en muchos casos los políticos han pasado sin transición de despilfarrar dinero publico a exigir austeridad para hacer frente al gasto excesivo, es decir que carecen de autoridad moral frente a la población para abanderar una campaña de reducción de servicios que son, además, esenciales, mientras parcelas cuya pervivencia es bastante discutible, permanecen inalteradas: las ya viejas reivindicaciones del 15 M y algunos partidos para rentabilizar los recursos públicos por la vía de acabar con redundancias e instituciones desfasadas (Convergencia de competencias en distintas administraciones publicas, o la misma existencia de las Diputaciones Provinciales y el Senado), dar de nuevo vueltas a las incompatibilidades impidiendo por ley que una misma persona pueda simultanear más de una retribución y acumular más de un puesto de trabajo como vía para repartir el poco que hay, aparecen como vías obligadas aunque en un horizonte lejano porque el poder ni se lo plantea. Por eso Grecia y su inminente quiebra, con una más que probable salida del Euro, empieza a ser el espejo en el que mirarnos y en el que nos miran.






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