sábado, 15 de septiembre de 2012

La otra memoria histórica: los años del hambre en el campo de Elche y el Tío Pepe Coves

Botín de un estraperlista

A imagen y semejanza del estado fascista, inspirándose en los modelos hitlerianos y mussolinianos, con el agravante de haber accedido al poder tras una cruenta guerra civil el primer estado franquista impuso un modelo autárquico que pretendía la autosuficiencia económica obligado además por el bloqueo internacional tras la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Al margen de éxitos puntuales (Pegaso) o soluciones pintorescas (los automóviles con gasógeno) y de rotundos fracasos, lo cierto es que la autarquía institucionalizó el mercado negro y el estraperlo, con personajes que a menudo estaban en ambos lados del sistema: como autoridades en el aparato del control de precios y a la vez como estraperlistas inmunes amasando grandes fortunas.

En el ámbito agrario se impuso la tasación de precios y una férrea disciplina en la  producción y el consumo con las cartillas de racionamiento que vino a significar miseria para los productores y hambre para los ciudadanos.  El fracaso del sistema fue general, especialmene evidente en el ámbito agrario ya en los primeros años de la década de los cuarenta, hasta el extremo de que la propia población los bautizó como los años del hambre.

Como elemento de reflexión y propuesta para que se abran líneas de investigación, debe anotarse la escasa importancia que intelectuales y académicos otorgan a la agricultura de este periodo en la comarca. En digital no hay información relevante, aparte de notas dispersas dedicadas a la industria del calzado (Miranda Encarnación, Martín Sevilla) y en formato impreso tampoco salvando algunas incursiones de Baltasar Brotons o referencias genéricas en los autores que investigaron el periodo en general (Ros Hombravella, et al.) y para la agricultura (Martínez Alier, Naredo). Y ello pese a que en nuestro caso al menos fue un momento (el último hasta la fecha, aunque al paso que vamos vete tu a saber) en el que la ciudad miraba al campo. 

La miseria fue más grave en el pueblo; sirvan como ejemplo los dátiles locales hoy denostados, que se consideraban un manjar tanto los de buen sabor como los ásperos y se consumían maduros, pero también verdes previamente hervidos y endulzados. Hasta el hueso molido servía para engañar el hambre... 
Por eso era importante tener familia en el campo, para comer al menos una vez a la semana mas o menos bien y aprovisionarse de productos básicos; barrios enteros formados por inmigrantes de origen comarcal, lugares en los que aún quedaba familia y a los que se volvía casi cada fin de semana a lomos de bicicleta. El campo de Elche aún mantenía los sistemas de riego tradicionales con un aprovechamiento intensivo y una diversificada producción: huevos, carne, cereales, aceite, fruta, verduras. En mayor o menor escala todo se producía en cada casa con las vistas puestas en la autosuficiencia de manera que los excedentes se dirigían con provecho, pese a los rígidos controles del aparato del estado franquista como veremos, a abastecer a la ciudad.

En ese contexto cabe situar la historia que hoy nos ocupa: el Tio Pepe Coves, propietario de una conocida almazara que escondía una parte de su producción para venderla en el mercado negro, tras una delación es castigado con una multa de infarto (20.000 pesetas), con un mes de prisión en el otro extremo de la península (Nanclares de Oca) y unos 1500 Kg de aceite incautados por las autoridades. En definitiva el duro castigo por hacer lo que falangistas y otros personajes del sistema estaban haciendo a la vista de todos.

Raúl Agullo Coves nos narra el hecho y ofrece otros datos de interés local:
José Coves Amorós, falleció el 13 de mayo de 1969, no sin haber padecido también anteriormente las restricciones de la posguerra, como prueba la circunstancia por ejemplo de que en el año 1946 fue recluido durante un mes en el campo de concentración franquista situado en Nanclares de la Oca, como castigo tras serle incautado aceite escondido en un pozo que hay semioculto bajo el hueco de la escalera que da acceso a la “cambra superior” en su caserón de Asprillas.

Por otra parte, unos años después de su fallecimiento, hacia 1975 fue cuando su mujer María Irles Oliver –varios de cuyos familiares fueron emigrantes en Francia– se hizo construir un edificio en la céntrica Glorieta de Elche, concretamente en la actual calle Hospital nº22. Este solar era propiedad tanto de ella, como de su hermana Emilia Irles Oliver, donde había existido desde antiguo el popular Bar Enrique, y además curiosamente allí por el mismo solar transcurre enterrada la Acequia Mayor del Pantano hasta llegar justamente a desembocar su último partidor de riego en el linde con su ya citada finca originariamente de los Soler de Cornellà de Asprillas –El Palombar–. En la actualidad, la casona típica ilicitana de este próspero labrador se encuentra parcialmente en estado ruinoso, pero la finca se explota agrícolamente con riego por medio del sistema de goteo que ha generalizado la compañía Riegos de Levante, y además en ella se puede admirar un ejemplar monumental de Carrasca centenaria que plantó el Tío Pepe Coves y que sería digna de conservación puesto que en el término ilicitano sólo han sobrevivido unos 10 árboles de similares características. Además, destaca también entre su entorno paisajístico que frente al acceso principal de esta finca nos encontramos la torre de San Matías en buen estado de conservación como bien inmueble protegido por el Catálogo Municipal, siendo de estilo modernista y construida por la misma familia que fue propietaria de la Banca Peral en Elche.

Detalles del pozo semioculto

Fuente:
  


Material sobre el periodo autárquico:
El mercado negro del aceite de oliva

Fotos e ilustraciones de la entrada:
Documentos y cupones cortesía de Raúl Agulló Coves





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