jueves, 27 de junio de 2013

JAIME EL BARBUDO, SALTEADOR Y GUERRILLERO AL SERVICIO DE LA CAUSA REALISTA / Gonzalo Martínez Español (1)


Gonzalo Martínez Español acaba de publicar una nueva entrega en torno a la figura de Jaime Alfonso el Barbudo, su actuación como agente del absolutismo y sus actividades antiliberales hasta su detención y ejecución.
Dado que hasta la fecha el blog es la principal fuente de información digital sobre el famoso bandolero, gracias precisamente a la publicación sucesiva de artículos de Gonzalo, además de sentirme halagado por el detalle tengo casi la obligación de hacerlo aunque sea en varias partes (estamos ante un artículo de 31 páginas) para mantener la línea. De paso, aprovecharé la oportunidad para actualizar enlaces, añadir nuevos y seguramente ofrecer a los seguidores del blog la posibilidad de descargar en pdf el material acumulado.

El artículo aparece en la Revista del Vinalopó nº 15, (p. 113 a 146) que se presentó en la Casa de Cultura de Crevillente el 15 de abril pasado incluyendo una conferencia del propio  Gonzalo.

Además del material gráfico original, me he permitido la licencia de añadir algunos grabados (además de los que ya utiliza Gonzalo) de la novela Jaime Alfonso el Barbudo : (el más valiente de los bandidos españoles : novela histórica / Florencio Luís Parreño publicada en Madrid en 1895 y 1898, accesible en digital en la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico (BVPB), 2 hermosos volúmenes en formato pdf descargables pulsando aquí:
Tomo II: Obra completa en PDF (este enlace de descarga no funciona. Desconozco la causa)

Así pues, sin más dilación, la primera entrega:


JAIME EL BARBUDO, SALTEADOR Y GUERRILLERO AL SERVICIO DE LA CAUSA REALISTA.
                                  Gonzalo Martínez Español

Las complicadas circunstancias económico-sociales que atravesó España a principios del siglo XIX, constituyeron un idóneo caldo de cultivo para el desarrollo de la delincuencia. El fuerte incremento demográfico experimentado en España durante el siglo XVIII, más la descomposición que experimentaba la organización socio–económica del Antiguo Régimen, que trajo consigo la modificación de las estructuras de propiedad, propiciaron un incremento del bandolerismo. En muchos lugares del territorio hispano, la posesión de la tierra mudó desde el dominio señorial hacia una propiedad capitalista, concentrando grandes extensiones de tierras en unas pocas manos, lo que condujo a la proletarización de multitud de campesinos, generando grandes desigualdades sociales y abocando a muchas personas al mundo de la marginalidad. A esto se unió una crisis de autoridad de los poderes públicos, que se veían impotentes para reprimir buena parte de las actividades delictivas, asociado con etapas de dificultades económicas suscitadas por crisis agrarias, más un clima político de guerras y confrontaciones permanentes. En las comarcas del Vinalopó, la generalización de la enfiteusis como sistema de tenencia de la tierra no produjo altas concentraciones de tierras en pocas manos, pero la elevada natalidad que experimentaron los pueblos sin haber modernizado sus estructuras productivas originaron un bandidaje, que sería nutrido por un campesinado principalmente jornalero, con pocos recursos y falto de oportunidades.
Jaime José Cayetano Alfonso Juan (Crevillente 1783, Murcia 1824), conocido popularmente como Jaime El Barbudo es sin duda el más célebre de los bandoleros valencianos. Personaje con enormes dotes personales, carismático, astuto, valiente, generoso, de personalidad fría y calculadora, etc., rasgos que le convirtieron en un líder nato.  Jaime no fue un vulgar ladrón, su condición de bandido generoso defensor de los pobres y el uso moderado de la violencia le repararon un enorme apoyo social y una gran popularidad en los territorios donde perpetraba los delitos. Múltiples escritores han abordado su figura desde la perspectiva literaria, histórica e incluso musical. Sus innumerables hazañas generaron multitud de anécdotas y leyendas populares, guardadas en la memoria colectiva de los pueblos del sureste alicantino y noreste murciano trasmitidas oralmente de generación en generación. Antonio Escudero (1982) determinó las pautas de comportamiento de Jaime Alfonso, encuadrándole perfectamente con las características de un bandolero social definidas por Eric Hobsbawn en su obra Rebeldes Primitivos.
Hobsbawn define el bandolerismo social como una forma de protesta endémica del campesinado contra la opresión y la pobreza. Estos movimientos de rebeldía fueron expresiones de una sociedad rural y pre-capitalista, carentes de organización e ideología, y que no son adaptables a los movimientos sociales modernos. El bandolero social es un individuo encuadrado dentro de las sociedades tradicionales y atrasadas, que surge mientras el pobre no ha alcanzado conciencia política ni ha adquirido métodos más eficaces de agitación social (Ramos Vidal, 1980, 29).
Las fuentes documentales sobre Jaime el Barbudo son reducidas. El ánimo del presente trabajo es complementar la base documental, centrándonos en el último ciclo de la vida de este bandolero, periodo que comprende la implantación en 1820 del Trienio Liberal, la restitución del absolutista Fernando VII en 1823, y la ejecución del Barbudo en 1824, etapas donde se concentran el mayor número de referencias documentales sobre El Barbudo.
En un rápido esbozo biográfico de Jaime Alfonso, las crónicas literarias reseñan que en 1806 Jaime se encontraba en Catral como jornalero guardando unas viñas, entabló una reyerta con un rufián apelado el Zurdo, dispuesto a robarle unas uvas. Jaime le hiere mortalmente, huye al monte buscando refugio, maltrecho y errático le encuentra la banda de los Mojicas, le integran en la cuadrilla de salteadores. Tras un periodo de estancia en la banda, el Barbudo repudia los crueles métodos de estos forajidos, y en un momento de crispación se enfrenta a los hermanos Mojicas, muriendo algunos componentes de la banda,  si bien otros individuos le apoyan y constituyen una nueva cuadrilla capitaneada por Jaime. Atareados en desvalijar a cuantos viajeros y trajineros le salen al paso, el ejército napoleónico invade la Península en 1808, Jaime se adhiere a la lucha de guerrillas contra el invasor galo, utilizada en propio beneficio para cometer robos y atracos. Sus actividades guerrilleras se extienden por tierras manchegas y andaluzas, y tras la retirada del ejército francés en 1813, el gobierno concede un indulto en 1814 y Jaime Alfonso regresa a Crevillente. Las crónicas literarias  sostienen que poseído de un espíritu aventurero y acostumbrado a ganarse el sustento por un medio más rápido y menos fatigoso que el trabajo diario, Jaime reemprende el camino delictivo con nuevos robos y atracos en 1815.
Las primeras referencias documentales sobre Jaime y su cuadrilla las encontramos en el pleno municipal ilicitano de 18 de diciembre de 1818. El Concejo dio lectura a una misiva del coronel Francisco Samper, comisionado  por el capitán general de Valencia para el acoso de malhechores y particularmente para  los bandidos abrigados en las inmediaciones de la Sierra de Crevillente. El coronel disponiendo de autorización para exigir la ayuda que precisase a los pueblos inmediatos a la Sierra, solicitó al Consistorio ilicitano10 hombres armados, cuyos honorarios serían cubiertos por el Concejo. El pleno municipal aprobó el auxilio reclamado sin reservas especificando que los sueldos de los escopeteros serían cubiertos  mediante carga vecinal[1]. Mediando el mes de agosto de 1819, el coronel Samper solicita nuevamente la colaboración de los ilicitanos, requiriendo el apoyo de una cuadrilla de escopeteros para que se posicionaran en la sierra del Tabayá, -situada entre los términos municipales de Elche, Aspe y Monforte-, y permanecieran en constante observación, a fin de detectar los movimientos de la partida de Jaime Alfonso. El Ayuntamiento ilicitano, aprobó en el pleno de 19 de agosto,  el envío de 6 hombres más un comandante al punto solicitado por el coronel[2].

La implantación del liberalismo en 1820.

El pronunciamiento militar de Rafael del Riego a primero de enero de 1820, permitió instaurar en España la Constitución de Cádiz, limitando el poder absoluto del rey Fernando VII. El 20 de mayo de 1820, Jaime Alfonso elevó una extensa declaración, –redactada por alguno de sus cómplices pues Jaime era analfabeto–, pretendiendo el indulto para sí mismo y su cuadrilla.
En su exposición, Jaime justificaba su rebeldía contra el orden social por la carencia de medios materiales:
 “Queda demostrado que no soy un homicida ni un criminal por seguir el único medio que el derecho de la naturaleza me preescribe cual es el de conservar mi vida... que el tomar lo necesario para vivir no envuelve crimen alguno, pues en la extrema necesidad todos los bienes son comunes(...) Mi conducta honrada me ha facilitado la confianza de los esposos de cuyas mujeres y familias jamás he abusado (...) y un dinero que he adquirido a costa de riesgos y de mortales fatigas, ha sido distribuido entre el espartero hambriento, el sencillo cabrero, el sediento carretero...”
                                                                       (Escudero Gutiérrez, 1982)
El manifiesto deja patente el compromiso de Jaime con los más humildes, una constante que le permitiría la adhesión de un gran número de colaboradores y simpatizantes en muchos pueblos.
El gobierno liberal promulgó un indulto general el 31 de agosto de 1820, pero inquieto por el ascenso que había experimentado el bandolerismo, excluía a los bandidos. Tras la negativa gubernamental a concederle el perdón, Jaime se adscribe a los partidarios de la causa realista, y simultanea robos, extorsiones y raptos, con irrupciones por los pueblos del sureste alicantino y noreste murciano, derribando los símbolos constitucionales y exaltando al rey absoluto y la religión.
El Diario Popular de Murcia (Escudero Gutiérrez, 1982, 77) revelaba el 4 de septiembre que la sociedad secreta antiliberal “El Ángel Exterminador” había contactado con el bandido crevillentino, proporcionándole dinero y una lista con los más destacados liberales de la provincia a los que debía extorsionar bajo promesa de indulto, una vez que el rey absoluto fuera restaurado. Jaime inicia su campaña antiliberal a mediados de septiembre destruyendo a culatazos la lápida constitucional de Albatera (Escudero Gutiérrez, 1982, 77), prolongando sus incursiones por Ceutí, Alguazas, Las Torres de Cotillas y otros pueblos.
            El profesor Cayetano Más (1987, 23) aduce que Jaime carecía de principios políticos. Nunca llegó a ser un absolutista convencido, el Trienio liberal y la colaboración con los realistas únicamente le proporcionaban la posibilidad de legitimar sus actividades sin cambiar el modo de vida, mudando de bando cuando las circunstancias le eran propicias.


            Robos y actividades antiliberales en 1821.

            La Sierra de Crevillente fue el centro neurálgico  de las operaciones del Barbudo y su gavilla, bien que se desplazaban permanentemente buscando refugio en multitud de ventas, abrigos y cuevas diseminadas por las montañas del sureste alicantino y noreste murciano (El Algayat, El Reclot, Don Pedro, El Carche, Salinas, La Zafra, La Pila, Abanilla, etc.), el dominio que poseía de la orografía era absoluto. Jaime y sus bandoleros estuvieron sometidos a un permanente acoso de las fuerzas militares profesionales y de las milicias de voluntarios locales, que batían constantemente el territorio para dar caza al Barbudo y proporcionar estabilidad y seguridad a la zona. No cabe duda, que la supervivencia del Barbudo dependió en enorme medida del apoyo brindado por su extensa red de colaboradores y simpatizantes. Si bien, la operatividad de las milicias de voluntarios locales fue reducida, pese a que la gran mayoría de los pueblos llegaron a constituir sus propias unidades destinadas a defender la población y perseguir a los bandidos. Por lo general, estos grupos de milicianos fueron poco resolutivos, escasa formación militar, habitualmente mal pertrechados y con permanentes carencias de armas y recursos para desarrollar una prolongada labor de acosamiento y erradicación de los malhechores.
Sierra de Crevillente desde el San Juri
Las huestes del Barbudo actuaban fragmentadas para una mayor operatividad. A comienzos de 1821, una partida de militares sitió al bandido Marrana y sus compinches en una casa de campo logrando apresarlos. Entre otros delitos, se les acusaba de haber asesinado a un eclesiástico. Los arrestados fueron conducidos a las cárceles de Aspe, escapando a los pocos días, sin conocerse el modo en que lo lograron. Los bandidos retomaron las actividades delictivas, tropezándose el 16 de febrero con un soldado que había participado en la detención de los fugados de Aspe. Esta facción de forajidos hizo gala de sus instintos más brutales, el infortunado fue sometido a salvajes torturas: “le cortaron las partes genitales y le desollaron vivo, en términos de no habérsele hallado después en sus carnes más que un pedazo de piel sobre el pescuezo[3]. El rotativo se lamentaba de los innumerables salteadores omnipresentes en todas partes: “Apenas se puede salir de los muros de todos estos pueblos sin peligro inminente de ser robado; y los infelices jornaleros (cuya pobreza no llama seguramente la atención de la codicia) son despojados hasta de sus viejas camisas y mal remendadas camisas[4]”. La lentitud en la apertura de los procesos judiciales, retardados a consecuencia de querer reunir nuevas pruebas incriminatorias, daba lugar a que muchos delincuentes escaparan de las cárceles y volvieran a infestar los caminos de malhechores, asaltando a viajeros y carreteros con mayor encono. A su vez, generaba un desinterés general en el vecindario de los pueblos por hostigar a los bandidos, convencidos de que si un preso obtenía la libertad  podría sorprenderles y asesinarlos.
En las demarcaciones provinciales establecidas por el gobierno liberal, las tierras alicantinas estaban disgregadas en tres provincias: Alicante, Murcia y Chinchilla. La provincia de Murcia comprendía la comarca de Orihuela y la Vega Baja. El jefe político de Murcia adoptó medidas preventivas entre los días 25 al 27 de febrero de 1821, situando retenes de tropa y milicia en distintas puertas y lugares de la capital murciana. Estas providencias fueron adoptadas bajo la sospecha de  haberse concertado en Rojales una reunión de desafectos al régimen constitucional en la noche del 25 de febrero, a cuya cabeza había de situarse Jaime Alfonso, “a quien suelen llamar los valencianos el Barbut por las barbas que lleva[5]. El Correo Murciano relata a fines de febrero que varios hacendados comerciantes de Murcia habían recibido una carta remitida por el bandido crevillentino, reclamándoles un impuesto para sufragar las contribuciones de Aspe y Crevillente (Escudero Gutiérrez, 1982, 79) .

 A comienzos de marzo un carricoche realizaba el trayecto de pasajeros desde Alicante a Elche. En el momento de ser presa de Marrana y sus adláteres, súbitamente apareció un grupo de soldados, los bandidos hábiles y escurridizos, se trasmutaron automáticamente en trajineros. El comandante del destacamento les requirió los pasaportes que le fueron entregados hallándolos en regla. Llegada la tropa a una venta cercana supieron entonces quienes eran aquellos trajineros, salieron a su persecución no pudiendo darles alcance. La extendida red de espías y confidentes, permitía a los bandidos anticiparse a sus perseguidores. Unos días antes, Bartolomé Jaime, alcalde de Monóvar, tuvo noticia de que Marrana y su cuadrilla se encontraban en una casa de campo a una legua de pueblo. Pertrechados unos 30 milicianos, pasó oficio a una partida de miñones situada en Aspe al objeto de que maniobraran rodeando la Sierra. La casa fue sitiada por los milicianos pero los bandidos habían huido hacía dos horas[6].
Desde Novelda se advertía de que el Barbudo había modificado su modus operandi, con el consiguiente aumento de riesgos para los pueblos del Vinalopó, huerta de Alicante y Orihuela. Hasta fechas precedentes, solía maniobrar con una partida de cuatro o cinco individuos, perpetrando robos a los viajeros e imponiendo tributos mensuales y peajes a arrieros, carreteros y comerciantes. La cuadrilla había aumentado notablemente sus efectivos. Se especulaba que dicho crecimiento venía motivado por la necesidad de imponer tributos a los arrieros de Yecla, que hasta el momento se resistían al abono del peaje. Un rotativo especulaba con un incremento de fuerzas que rondaba los 20 individuos[7]. Otro diario calculaba alrededor de los 35 facinerosos[8], aunque sendos periódicos vaticinaban un desarrollo que podría rondar los 100 individuos. El articulista apelaba por el regreso del inflexible corregidor Carlos Ulma a fin de eliminar al Barbudo, -en aquel momento gobernador de Peñíscola- cuyas diligencias habían permitido extinguir de estas comarcas a la sanguinaria banda de los Mojicas. A mediados de marzo, la gavilla de Jaime continuaba desvalijando a viajeros y carreteros: “ha verificado el Jaime dos robos de consideración, uno de algunos miles de pesos, otro de una conducción de mantas que le habrán venido muy bien para los compañeros que tiene, y para los que espera.[9]
            En la noche del 12 de abril, un grupo de miñones cercó a Marrana y cuatro compinches guarecidos en una casa emplazada en la partida de la Romana, término de Novelda. Viéndose sitiados, los bandidos abandonaron precipitadamente su cobijo abriendo un vivo fuego sobre la tropa, logrando escapar el cabecilla Marrana y uno de sus secuaces apodado el Valenciano. Los otros tres cómplices fueron abatidos por la tropa, -uno era apodado el napolitano Sanador-, los militares requisaron cinco caballos, las armas y los arreos de los bandidos. En ese mismo día, un oficial de caballería escoltado por 8 soldados, conducía una valija que portaba dinero en dirección a Orihuela, el oficial cometió la imprudencia de atajar por la Garganta de Crevillente, en vez de dirigir su camino hacia Elche. Alertado por su red de confidentes, Jaime y 28 de sus secuaces se situaron en un enclave estratégico, abriendo un vivaz fuego al paso del destacamento. La tropa perdió un soldado y un caballo, el jefe de la patrulla resultó herido junto a cinco caballos, aunque pudieron escapar de la emboscada con enorme dificultad. La anécdota acaecida fue la  pérdida de la maleta del dinero, encontrada más tarde por un paisano, que la depositó ante la justicia de Novelda[10].
            Jaime Alfonso acostumbraba a realizar demostraciones efectistas de poderío que tenían una amplia repercusión en los pueblos. Hombre de convicciones religiosas, en la madrugada del Sábado Santo ordenó formar a su cuadrilla en las cercanías de Crevillente. Una vez que las campanas de la iglesia de Ntra. Sra. de Belén repicaron a Gloria, Jaime y su cuadrilla celebraron la resurrección del Salvador con repetidas descargas que se prolongaron largo tiempo, dando a entender en la zona que se había desatado un cruento combate en la Sierra. Ese día prohibió robar a sus compañeros y obsequió a los pasajeros que transitaban por las cercanías invitándoles a beber en un ventorrillo. El Correo Murciano añade que repartió la suma de 10.000 reales entre los vecinos de Crevillente (Escudero Gutiérrez, 1982, 81).
Las últimas pesquisas informaban que la gavilla del Barbudo iba acrecentándose, conformaba por unos 50 hombres a los que entregaba 10 reales diarios y parte del botín. Esta concentración de efectivos tenía carácter puntual y se destinaba a acciones específicas como la invasión de los pueblos para destrozar los símbolos constitucionales y vitorear al rey absoluto. El clima generalizado de inseguridad hizo que los ingresos de los bandidos por robos mermaran en la zona, ya que tan solo unos pocos temerarios se aventuraban a transportar dinero por los caminos, teniendo que diversificar sus fuentes de ingresos. Las autoridades constitucionales veían con impotencia la resuelta impunidad de los ladrones, de modo que cuando caía abatido algún forajido era celebrado con enorme satisfacción.



[1] A(rchivo) M(unicipal) (de) E(lche), Libro de Cabildos a/ 143. Acta Municipal de 18/12/1818.
[2] AME  Libro de Cabildos a/144. Acta de 23 de Agosto de 1819.
[3]  H(Hemeroteca) D(Digital) (de la) B(Biblioteca) N(Nacional) (de) E(España). Miscelánea de Comercio, Política y Agricultura, 25 de febrero de 1821. El Liberto, 3 de marzo de 1821.
[4]  HDBNE, Miscelánea de Comercio, Política y Agricultura, 25 de febrero de 1821.
[5] HDBNE, Miscelánea de Comercio, Política y Agricultura, 4 de marzo de 1821.
[6]HDBNE, Miscelánea de Comercio, Política y Agricultura, 8 de marzo de 1821.
[7] B(Biblioteca) V(Virtual) (de) P(Prensa) H(histórica), Diario Constitucional de Barcelona, 9 de abril de 1821.
[8] HDBNE, Miscelánea de Comercio, Política y Agricultura, 29 de marzo de 1821.
[9] Ídem.
[10] HDBNE, Miscelánea de Comercio, Política y Agricultura, 20 de abril de 1821.

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4 comentarios:

  1. No tiene mucho que ver con tus últimos posts, pero he visto esta noticia hoy, y me he acordado de tus posts sobre los caminos y sierras de Santa Ana y el resto del norte de Elche.
    ¿Se sabe donde estarían estos terrenos para el camping? Miedo me da...
    http://www.laverdad.es/alicante/20130628/local/elche/camping-elche-201306281634.html

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  2. A mi también. Santa Ana es la joya oculta del Norte, aunque el tramo final está bastante degradado como todos los alrededores de la actual Autovía de Castilla. Si me da tiempo patearé la zona en cuando sepa cual es el terreno afectado.
    Venga

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  3. antonio ripoll jaen10 de julio de 2014, 2:53

    No he tenido tiempo de leerlo todo pues ignoraba la existencia de este Blog. Solo quiero añadir, por si es de interés:1.Que conozco una de las cuevas del Barbut, difícil de localizar, en la Sierra de Crevillente, finca Las Cuestas, tiene un madroño que oculta su entrada; 2. Mi tio Salvador Rico Gumiel, cuya familia procedia del mayorazgo de Onil, era natural de Aspe y me contaba que Jaume le pidió a su abuelo que le dejara una cantidad de dinero y una yegua, que se lo devolvería a los tres días y efectivamente al tiempo de madrugada estaba la yegua atada a una ventana con el dinero prestado, los hechos ocurrieron en la C/ San Jaime de Aspe.

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  4. Gracias por comentar Antonio. Le pasaré la información a Gonzalo y es posible que te envíe un correo para intentar localizar la cueva. Venga

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