CAMINOS IBEROS

sábado, 3 de enero de 2009

EL UNIVERSO EN EL BOLSILLO

No va a ser frecuente que incursione en este campo. No soy un especialista, ni entiendo de hardware ni de software; en algunas cosas me considero como mucho un usuario medio, aunque solo sea porque empecé pronto y me hice experto en un sistema operativo que aún hoy, aunque cada vez menos, me saca de algún apuro (El Msdos) y porque habitualmente trabajo con documentos de texto largos con formatos avanzados de texto.

Ya casi ni me acuerdo de cuando utilizaba los disquetes como archivo de intercambio entre varios ordenadores a los que previamente les había instalado el mismo programa para poder trabajar en las cosas que me interesaban. Bastaba un archivito de extensión .bat para actualizar contenidos. Después vinieron los sistemas gráficos, las ventanas y toda su parafernalia y con ellos además de Internet, la proliferación de soportes...

A lo que vamos; en la actualidad tengo un lápiz USB de 8 GB que inicialmente empleaba como dispositivo de almacenamiento y que ahora uso para mucho más que eso, por la propia evolución del uso. Me explico, en estos momentos lo que yo considero archivos originales son los documentos que llevo en el lápiz, y los que conservo en el ordenador, en la casi inevitable carpeta “Mis documentos” son la copia de seguridad. Los papeles se han invertido, por la propia dinámica de uso. Me he acostumbrado a trabajar sobre el lápiz, incluso cuando estoy en casa y lo recomiendo además. Encima, en el coche, pero también cuando quiero, tengo otro lápiz USB de 4 Gb lleno de MP3.

Primero, la estabilidad del soporte es mayor de lo que se pueda pensar a priori, si nos atenemos a la regla esencial de saber desconectarlos.

Segundo, la facilidad de recuperación de datos es mayor que en el disco duro del ordenador, aunque solo sea por el volumen relativo de los datos que cada soporte usa

Tercero :Hay programas de sincronización y de seguridad excelentes. El maletín del güíndous, el TOUCAN y otros como el lockdir, que alguna vez comentaré, permiten una buena gestión de archivos y un mínimo de seguridad en aquellos que son importantes. Gracias a las aplicaciones portables llevo un montón de programas que ejecuto desde el lápiz y que los tengo adaptados a mis preferencias: navego con Chrome, paso documentos pdf a word con el correspondiente programa gratis y los word a pdf con OpenOficce, e incluso utilizo en ocasiones el procesador de textos y otras aplicaciones de esa suite ofimática; llevo encima mi reproductor multimedia, un programa para visualizar fotos (PICASA) y otro de retoque (EL GIMP), un antivirus que –supuestamente, aunque no me fío aún– protege el lápiz... En definitiva, además de los documentos de trabajo llevo los programas necesarios para funcionar en casi cualquier ordenador.

Mi próximo paso: montar un windows xp portable en un lápiz de 32 Gb. Con ello, casi lo único que haré será tomar prestado el hardware y las conexiones de cualquier ordenador para trabajar.

¿Podemos imaginar un mundo lleno de estaciones de trabajo accesibles a todos y que cada persona lleve su propio universo en el bolsillo?. Eso ya está aquí.

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